Este concepto ha sido pervertido hasta el punto de que afirmar semejante cosa equivale a ser pro castrista. No es signo de mentes estrechas, sino un acto casi reflejo.
El trabajo voluntario no lo inventó Ernesto Guevara de la Sarna en los pies. Es trabajo de misiones, ocurría ya en los orígenes del cristianismo. Los cubanos de Miami también hacen trabajo voluntario,por ejemplo en un task force cualquiera. Lo que se hace en Haiti es trabajo voluntario.
La característica del trabajo voluntario es la gratuidad. No se puede esperar cobrar de los haitianos, un ejemplo,por irles a ayudar.
Donde resultaba absurdo, era en Cuba. Lo mismo que (ganarse) la emulación. Cualquiera ve la ventaja y lo simpático de una emulación entre Samsung y Sony, Ferrari y MacLaren, porque ve resultados. Tiene sentido y es grato y es conveniente al mercado, es decir al usuario.
¡Pero en Cuba! Perder tiempo sembrando café en el llano o arroz en la Ciénaga (salobre) de Zapata, bajo el sol inmisericorde, le roncaba los huevos.
Y a quienes no iban les llamaban gusanos.
Yo jamás fui a nada de esa mierda. A lo más que llegué fue a llenar de tierra una bolsitas de polietileno, nombre este que apendías junto con la idea del plan castrista.
El trabajo voluntario, lease Teresa de Calcuta o Médicos sin Fronteras por dar dos ejemplos, es justo, conveniente y lo más noble que hay. Pero el de Cuba era realizar el sueño y seguirle el juego a un loco.
La de caña que ha cortado ese pueblo, ¡ para nada!
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