AVISO A NAVEGANTES http://directorioplus.com/

Me reservo el derecho de publicar noticias ficticias -debidamente señaladas NF- cuando la realidad me aburra, alternando con mis entradas de opinión.

viernes, 23 de abril de 2010

Misterios sin resolver 1 : a dónde se fue el tasajo.

No son pocos los cubanos que, saliendo felices de la isla donde se desayuna o se come o se cena a indigna dieta de propaganda aburrida, se adentran con horror en un cielo donde les faltan cosas y les han movido recuerdos de comidas que allí nunca tuvieron pero soñaban encontrar, hasta haberlas paladeado. Merece la pena mentar que somos de los pocos pueblos que podemos pasarnos  una tarde contando lo bueno que comimos (o que vamos a comer). 

Uno se adapta a los parecidos aunque no igual, por ejemplo la carn'e puerco. Pero lo desaparecido, como el tasajo en España, nos enloquece el instrumental de abordo.

No sólo descubre el cubano que llega que aquí no lo hay, sino que nadie ha oído hablar. Abandonen toda esperanza, nos dice algo dentro. Ocurre, quizá,que por haber sido dieta sempiterna, como averigué hace cinco minutos, de los marineros de antaño, se haya borrado de la memoria colectiva de los nombres. Por si fuera poco, uno le pregunta a cualquier uruguayo convecino, o chileno, entreviendo la posibilidad  de mandarlo a comprar, y..."no saben, no conocen nunca oyeron" Ni por otro nombre, ni describiendo lo que es. 

Uno de éstos y yo dialogamos así una día: " es que no existe en mi país" "pues fíjate que sí, porque el mío lo importaba del tuyo" "bueno quizá en el campo, entre campesinos atrasados, pero qué necesidad de salar carne de res ¿viste? en un país con tanta abundancia" 

Y me callaba. ¿Por que iba a mentirme? ¿para qué defenderme con el hecho de que en Canarias se sala el pescado habiendo tanto, por el gusto de desalarlo después? No gusto masoquista, sino gusto en la boca : ¡digan si el bacalao fresco se parece al salado! ¿Para qué repetirme ante el espejo que medio siglo de locura inducida no borran el recuerdo de lo que se ha olido y saboreado y masticado laaaaargamente? No podía ser que, para mejor torturanos, el malvado Tutankastro nos hubiese inducido recuerdos con algún evomoralizador estilo pollos transgénicos trans-generizadores, concebido y fabricado con indignidad en la URSS* de su mente.

Y bueno, apareció el tasajo, pero en las bellas páginas de la Historia, como puede seguir leyendo en rosa.



*ultra recurso de sadismo senil.


Desde Canarias la flota se adentraba en el denominado Mar de las Damas, porque se decía que hasta las mujeres podían gobernar allí las embarcaciones, dadas las condiciones ideales de navegación que solían existir, con los vientos alisios soplando de popa. El viaje se hacía entonces más monótono, acompañado del interminable crujir de las arboladuras y el rechinar de los cables. A veces se ordenaban zafarranchos de combate para tener entrenada a la tropa y marinería frente a un posible ataque enemigo, y esto era quizá lo único que rompía el tedio. La única distracción a bordo eran los oficios religiosos a los que tenían que acudir todos. Los pasajeros no podían jugar ni blasfemar. Se daba la comida dos veces al día. Los pajes la servían a los pasajeros. Al principio no era mala pues constaba de carne, verduras y frutas, pero se acababan pronto y empezaban las legumbres para terminar en la sempiterna dieta de tasajo, miel, queso y aceitunas. La marinería comía casi exclusivamente tasajo.

Resto del relato:

La flota abandonaba el litoral peninsular y empezaba su singladura por el llamado Mar de las Yeguas, que era parte del océano existente entre San Lúcar y Canarias. Se cubría en unos diez o doce días, dependiendo de las condiciones del mar. En cabeza iba la Capitana, con estandarte izado en el mayor. Luego, los mercantes. Cerrando la formación, la Almiranta, con insignia izada en el mástil de popa. Los restantes buques de guerra iban a barlovento de los mercantes, para aproximarse a ellos rápidamente en caso de ataque.
     El viaje era muy lento, pues los navíos iban repletos de carga. Los más pesados imponían su andar al resto de la flota: La travesía resultaba por ello extraordinariamente larga, lo que obligaba a llevar mucha bebida y alimentos para los tripulantes, un peso muerto que incidía a su vez en alargar más el mismo viaje. Frecuentemente se tardaban hasta dos meses y medio en una carrera que un navío ligero podía cubrir en sólo tres semanas.

Al llegar la noche se encendía el gran fanal en la Capitana, que guiaba la flota. Algunos buques encendían también faroles de situación. Las horas transcurrían interminables, cantadas siempre por los grumetes con alguna advocación pía. El Mar de las Damas se atravesaba en un mes, al cabo del cual se alcanzaba usualmente la isla Dominica, donde se hacía una pequeña escala. Se bajaba a tierra y se hacían grandes comilonas. Quines iban a América por primera vez contemplaban asombrados a los habitantes, el paisaje, etcétera. La recalada era breve, pues había que proseguir para Veracruz o para Nombre de Dios, y esto representaba otro mes más de viaje.

El atraque de las flotas era saludado con grandes manifestaciones de júbilo. Subían a bordo las autoridades locales y los funcionarios encargados del cobro de impuestos, que revisaban todo y daban su aprobación. Se entregaba la valija procedente de la metrópoli y se daba la orden de partida a dos navíos de aviso que debían regresar a España con la correspondencia urgente y la noticia del feliz arribo de la flota. Luego empezaba la descarga. Interminables caravanas de cargueros de color subían y bajaban por los planchones con los fardos a las espaldas. En el puerto todo era bullicio, pues había empezado la feria. Duraba al menos dos semanas y usualmente un mes. La de Portobelo se celebraba durante 45 días. A ella acudían no sólo los comerciantes con la plata contante y sonante, sino gentes de todos sitios para comprar o vender. Los precios se disparaban y cualquier chamizo se pagaba a precio de oro. Las autoridades instalaban por ello alhóndigas, con artículos de primera necesidad a unos precios asequibles, pero se especulaba con todo y en todos sitios; en las calles, en las plazas y en el puerto. Se vendían telas finas de Holanda, paños de Flandes, mantas de Quito, chicha, vino, aguardiente, ron, fritangas de cerdo y gallina, tortillas de maíz, cazabe, etcétera. Todo olía, todo chirriaba y todo entraba por los ojos. La marinería acudía a sus habituales pulquerías o chicherías. Otros preferían desquitarse del obligado abstencionismo del juego en los mil garitos. Se jugaba fuerte y podía ganarse o perderse una fortuna. Los burdeles hacían igualmente un magnífico negocio.
     Las ferias tenían su contrapartida. Abundaban los pleitos, las reyertas y no eran raros los homicidios. Con todo, lo peor eran las epidemias que diezmaban a los feriantes. Todos los puertos caribeños eran insalubres y reunían las condiciones de humedad y calor idóneas para la propagación de los virus que se traían del Viejo Mundo. En Veracruz hubo tales mortandades que las autoridades decidieron trasladar su feria en el siglo XVIII a una población cercana, Jalapa, distante 16 leguas de la anterior, pero en un clima
más sano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario