Queda por ver cuántos y cuantas se callan ahora porque lo dijo Montaner. Está claro qué gana Moratinos, sacar tajada política como izquierda cara al electorado tarado que aún creen en el Che; su ofrecimiento de país para venir los presos acabó de convencer a Raúl de librarse de ellos pues a muchos no les permitirán escoger. Sostengo que hay una lista de desportables sí o sí y que Ortega está al tanto.
La Iglesia, por su parte, ha aceptado la responsabilidad a sabiendas de que iba a recibir palos de tirios y troyanos porque ése es uno de sus roles ineludibles: auxiliar a la sociedad en los momentos trágicos. Fue lo que vimos en la Sudáfrica del obispo episcopal Desmond Tutu y en la Nicaragua sandinista de Miguel Obando y Bravo. Son situaciones muy diferentes, pero el fondo es el mismo: la Institución sirve como facilitadora de soluciones. Se convierte en vehículo para acelerar los cambios y evitar la violencia. Naturalmente, también busca recobrar su influencia. No hay nada infame en esa pretensión.
La extraña hipótesis del diplomático es que la suavidad en el trato es lo que ablanda a la dinastía militar de los Castro. Ni siquiera ha sido capaz de advertir que lo que acaba de suceder desmiente su teoría: han sido la firmeza de ciertos países y el heroísmo de los opositores lo que ha abierto los calabozos. Moratinos insiste en un error que perjudica a los cubanos, no beneficia a España y contradice los valores y los compromisos legales de la Unión Europea. ¡Qué hombre más terco!
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