A estas alturas del mes parece ya evidente que Yoani no obtendrá el permiso para su viaje. Dudé en escribir nada, por no alterar con una letra la paz del estanque cristalino donde se dejaría de posar el espantadizo mosquito del permiso. En Cuba hay que contener la respiración y andar de puntillas mientras se aguarda un sí del monstruo; hasta el cruce de dedos debe reservarse al interior del bolsillo del pantalón, o al de la mata de pelo enmarañado mientras espantamos la mala idea negativa que nos viene a la mente.
Y muchos se alegrarán de que le nieguen el permiso, muchas de las pirañas de la pecera blogosférica, los mismos hipócritas que se quejan que a Yoani no se le puede ni rozar con una pluma cuando ellos mismos le vomitan encima todo el rango que va desde la pulla a la puya, de la sospecha a la acusación directa infundada, con la envidia como fuel y la distancia como amparo. Y siempre el descaro. Son los mismos que han hecho un teatro bufo del martirio de Fariñas, los mismos que esperarán, que Cuba se bote para la calle en protestas, ansiosos de ver el muerto delante y la gritería atrás. Fariñas , viva o muera, tampoco irá a Jequié, si Jequié es acceder a la libertad en un instante.
No hay que esperar que algún día paguen esto, ya lo hacen hoy, ya hoy son puercos, cerdos, cochinos, tanto los focos como los ecos.
Ya deben estarle escribiendo epitafios nunca para valorar su gesta, sino para justificar lo que de él dijeron.
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