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Me reservo el derecho de publicar noticias ficticias -debidamente señaladas NF- cuando la realidad me aburra, alternando con mis entradas de opinión.

jueves, 24 de junio de 2010

Estoy muerta, créanme, así que mi nombre no importa; lo entregué por fuerza para que lo use otra, u otro, que nunca se sabe. Me morí en Mazorra, y al instante entregué mi dignidad para que la usen los que dicen que es indigno que me fotografíen así, ahora que no me importa,sobre todo por decirlo los mismos que me dejaron morir y sus amigos. Casi todos argentinos, ¡qué comerán que son así!
Aunque ellos no lo crean, me importaba más vivir que salir así por el mundo. A mis parientes les bastará con no decir que yo era la suya. Que me desconozcan, como me desconoció el frío en esta isla tropical, y la suntuosidad de la comida de los hoteles.
Oíganme, créanme que es dificil resistirse a la pelona sin comida. Les juro que estoy muerta por la fuerza; yo luché hasta la muerte literalmente -espero que no necesito jurarlo,y es en lo único que estaba tranquila entonces. No se crean que un amodorramiento balsámico se apiadó de mí rápido: cuentos chinos. Yo luchaba, no me entregué fácil, no me vendí al desánimo,entregué mi vida pinga: me la arrancaron;  intenté cubrirme del frío pero él llegaba y se quedaba y volvía y  tampoco mis brazos abarcaban mi cuerpo ni eran estufa alguna. Es dificil explicarles, porque ustedes nunca pasaron por esto; pero cuando el cuerpo se enfría empieza por las extremidades; así, como mis brazos eran hielo resultaba que yo me mataba con lo mismo que me protegía; imagino que la idea era que hasta en esto me sienta culpable y tonta, pero después de muerta qué me importa. ¿La idea de quién tú dices, loca? La idea de los que se olvidaron de asomarse al cristal a mirar a la loca en la ratonera. 
Óiganme: que lindo fue cuando se detuvo el corazón, el alivio, la alegría de recibir por fin el permiso de salida de este cuerpo viejo, desagraciado y resentido, chirriante. Y bueno, ahora dicen que me van a entregar otro,estoy esperando que me llamen, pero no tengo ni idea del tamaño de la cola; sólo veo la espalda y las nalgas del viejo delante de mí, feo con cojones, le pregunté qué número tenía y no me contestó,a lo mejor es extranjero, a lo mejor es un malcriado conmigo que soy proletaria y cubana, pero esa desgracia mía de poco le consuela porque se jodió igual que yo.
¿Y qué más les diré antes que cierren la ventana? Yo estoy bien ya, con un ojo en la cola y otro en los que vendrán a picarme para la autopsia, dicen que para averiguar de qué se murió la de la mesa de disecciones, qué hipocresía tan grande será cuando escriban "de paro cardíaco"; todavía no sé de uno que no se muera de eso. Por lo demás pásenlo bien, y si pueden gocen de la vida. Los dejo ya, que ahí viene el colero repartiendo números. Esta humanidad ha dicho basta y ha echado a andar.

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