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Me reservo el derecho de publicar noticias ficticias -debidamente señaladas NF- cuando la realidad me aburra, alternando con mis entradas de opinión.

viernes, 25 de junio de 2010

Las reflexiones newtonianas del compañero Cagandante.

Ahora que se jubiló y se dedica a buscar grillos con micrófonos de la CIA en su tacataca por las noches en Punto Cero, Tutankastro tiene tiempo de juzgar a Newton a Stephen Hawkins y a Einstein, no por nada sino por si acaso se equivocaron en una coma, por ejemplo, cómo es posible que no se ocuparan de las vacas con la cabeza metida en aire acondicionado.

Y así, mete en una batidora a los tres con unas goticas de esencia de Birán y le sale la fórmula magistral:
Ahorrando más tendremos menos.

DESDE QUE TENGO USO DE RAZÓN mis padres están “ahorrando”, me dice un joven recién graduado de la universidad. Los primeros ahorros que recuerdo fueron para los juguetes, continuó diciéndome, luego para los zapatos, también para la mochila en cada comienzo de curso. Así ha transcurrido mi vida. Con el dinero ahorrado por mi familia en Miami, y que nos envían con mucho sacrificio, nosotros al recibirlo lo ahorramos con menos alimentación, menos ropas, salidas, y nos compramos un aire acondicionado y un televisor a color, que en Cuba no considero que sea un lujo, es una necesidad. También con sacrificio, quitándonos un poco de todo, obtuvimos una tampoco es un artículo de ostentación, sino una necesidad obligada para todo profesional. Afirmó. El único lujo que nos hemos dado es comprarnos un equipo de música de los menos caros. Ahora, que comienzo a ganarme el mísero sueldo, que deseo regresar del trabajo y sentarme en mi aire acondicionado a escuchar un poco de buena música cubana, me dicen que hay que ahorrar y que los apagones regresan.
Al joven no le interesa lo que yo pienso, sólo tiene la necesidad de desahogarse. Le sirvo de una
especie de cura que luego le absolverá por sus pecados políticos contra el sistema.
¿Hasta cuándo tengo que continuar escuchando la palabra “ahorrar”? Levanto los hombros: no lo sabe nadie, le digo. Nos hemos pasado la vida contando los centavos, recortando los kilowatts, viviendo en penumbras para ser austeros. Mi niñez transcurrió en pleno Período Especial. Considero que la miseria no ha tenido vacaciones para los cubanos. Soy un recién graduado y tendré que continuar siendo un mantenido por mi familia del extranjero.

Mientras hablamos unas vecinas tocan a la puerta de su casa para introducir la mirada y saber cuánta energía consumen. El joven me mira y aprieta los dientes. El lema es: ahorrar hoy para disfrutar mañana, dicen las viejecillas.
¿Hasta cuándo tendremos que esperar ese mañana tan mencionado? Me dice mi anfitrión. Desde el año 1959 están alentando con el mañana, prosigue. Mi abuelo no vio el mañana. Mi padre tampoco lo podrá ver. Y por el camino que vamos, a mí tampoco me toca verlo. De lo que sí estoy seguro es que si tengo un hijo no nacerá en este país. No puedo hacerle ese daño.
Lo engendraré cuando le tenga el mañana garantizado.
por ángel santiesteban en Los hijos que nadie quiso.

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