El programa cubano de reeducación de convictos parece ensañarse con los delitos políticos, que legalmente no existen.
Reeducar, en semejante epoquita sin épica, donde ni los verdugos tienen fe en nuestro futuro fósil, es una violencia mental contra las víctimas que ha dejado de funcionar...
Incluso Ariel Sigler sale de su jaula/aula con un hilito de vida y jura continuar la lucha pro-democracia en el punto mismo en que su arresto de 2003 lo interrumpió. Es un fracaso educacional, en términos de Makarenko o tal vez Makarov. Pero, como los reeducadores no quieren perder en masa el empleo, ahora les basta con ejercer su funesta faena a flor de piel.
Dado que la conversión del espíritu es imposible, se ejecuta entonces una caricaturización criminal del cuerpo que lo contiene. "
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Mi nota. Sí señor, se trata de anclarse en un ayer irrecuperable, contra toda esperanza; algo similar a cierta parte de Miami , que suele expresarse comenzando con "Antes...."
Y basta con la reafirmación de lo externo, ya que no se puede ahondar sin incurrir en las contradicciones que brinda la puñetera realidad, más dura por inevitable que por desagradable. Esa es la parte dramática del escrito, atacar el cuerpo ya que no pueden con el alma- por decirlo de forma lírica.
Quizá porque necesito sonreír, me hace gracia la parte del fracaso re-educacional, y por eso recuerdo la desaparecida revista humorística española El Papus y las tiras cómicas del dibujante Ivà sobre temática sexual : algo super vigilado y tabú en el agonizante régimen de Franco. En cierta historieta intentaban rehabilitar a un homosexual amanerado, que se graduaba del curso mil veces peor de lo que entró, o sufriendo, si quieren, aquello que Jesús describe como los efectos de la religión oficial- de los oropeles y del poder- sobre el pecador al que echaban mano después de perseguirlo por cielo, mar y tierra; sólo que en la insólita parábola, dicho pecador se hacía realmente merecedor del infierno por culpa de "haber sido reeducado" por los sacerdotes.
Ariel Sigler ha sobrevivido a su propia crucifixión, no necesitó resucitar y eso es bueno. No terminaron con él, quizá dejándolo morir fuera, dejándolo de muestra, pero sin tener en cuenta que ya hoy, muertos o vivos, siguen emanando radioactividad que hará daño fatal al tumor de la tiranía.
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