Los amigos le advirtieron contra poner aquella placa.
-Cosa de locos.
-Loco estoy como todo psiquiatra
-No se trata de ser sincero sino de no tener clientes.
-Total, lo que viene aquí es la nata fétida social. ¿Clientes para qué, por qué honorarios tendré que tragarme sus locuras? En este país la gente no quiere soluciones, sólo que los escuchen. Así declaro: no los voy a curar, y ellos no me pagarán, al menos en la forma que creen.
-¿Qué forma es esa?
-De modo que - continuaba Ifraín, haciendo oídos sordos- lo mejor que hago es sumirme al carro del adversario, Sistema. Usar su ataque en mi favor.
Soltó una risotada medio lastímera.
-¡Así mismo será! Lo mejor que hace un cabrón como yo es criar mala fama. Y ya verás : ahora tendré más que especímenes que nunca.
De ese modo comenzó su nueva era. Uno de los especímenes fue el tipo al que quitaron el país. Como no podía ser menos, pero tampoco un chiste, respondía al nombre de Liborio Martí Maceo.
Ifraín garabateaba dibujitos en su bloc de notas, signos y símbolos que ay si lo coge Freud , interrumpiendo ocasionalmente al hombre tendido en su diván dándole la españda. (Esto aún ocurría antes de la época en que Ifráin decidió él quien ocupase el cómodo asiento)
-Tocaron en la puerta . Venimos a quitarte el país. Eran dos tipos de rostro grave.
-¿Rostro? ¿así que usted es culto?
-Doctor, no sé si lo soy porque soy cubano ¿entiende?.
-No, pero siga. ¿Los que venían a quitarle el país -hizo una pausa. por casualidad eran unos barbudos vestidos de verde olivo? ¿Cómo pensaban hacerlo, le dijeron?
-Me dijeron no (sic).
Ifaín tomó nota mental de ese orden de palabras.
-Vestían de paisano. Uno me mostró una fotografía de mi fetiche español con alfileres clavados , y de mi otro fetiche americano y del ruso, pero cuando dieron con el retrato de Fidel cabeza abajo, ya en mi cuarto, empezaron a rellenar la fila de cargos.
-¿Kafka, Joseph K??
Si Ifraín quiso comprobar la cultura de Liborio, no tardó nada en lograrlo.
-Nada de Joseph K. A él lo despertaron por la mañana, medio dormido. A mí me cogieron con el trago en la mano, haciendo congrí y friendo masas de puerco a fuego lento para sacarle la manteca. Es decir...
-Es decir, lo partieron cubaneando, ajeno y feliz como la nochevieja del 58.
Liborio guardó silencio. Poco después se incorporó. Permaneció sentado cabizbajo, las manos entrelazadas.
Una lágrima rodó por su mejilla al tiempo que escuchaba la pregunta:
-¿Cuántos años te cayeron? Porque imagino que así fue como te quitaron el país, que ya más quitado imposible.
El paciente se levantó sin mirarlo, dio unos pasos hacia la puerta, deteniéndose con la vista clavada en la placa.
A Ifraín le pareció que asentía levemente mientras leía.
- Gracias por el tratamiento.
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