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domingo, 22 de agosto de 2010

La decisión de salir de Cuba

Causa. Leer más aquí.
En esa fecha, su hermano Fidel, en medio de un arrebato colectivista desaconsejado por casi todo el mundo, y especialmente por el vicepresidente Carlos Rafael Rodríguez, un viejo comunista que exhibía ciertos vestigios de prudencia, confiscó y estatizó casi 60,000 microempresas que todavía estaban en manos privadas, dado que las grandes y medianas ya habían sido engullidas en los primeros dos años de dictadura. A ese empobrecedor disparate Fidel le llamó ``una ofensiva revolucionaria''.

Con un estalinista chasquido de sus dedos, el Comandante acabó con los pequeños restaurantes, las empresas familiares, los talleres que reparaban toda clase de objetos, los sastres y costureras, los barberos, los electricistas, fontaneros, carpinteros y el resto de los artesanos y técnicos especializados que aliviaban un poco los horrores del sector público de la economía, ya muy afectado por la torpeza burocrática, la escasez y la inflación. A los pocos meses el purgatorio comunista se había convertido en un verdadero infierno: casi nada se podía arreglar o reemplazar. La decadencia material del país se aceleró hasta llegar a lo que es hoy día: un país en ruinas que parece haber sido bombardeado por algún enemigo inclemente.



Nuestro caso
 
Dicen que las cosas de Palacio van despacio. Yo digo que más despacio va la paciencia para adaptarse a ese descalabro, sobre todo cuando no hay más remedio. Varios sucesos a partir ese momento incidieron sobre mi padre, el jefe, hasta decirse a salir del país, lo sucedido a él pesó más que todo. Siempre lo decidió todo tarde en la vida, desde solicitar teléfono sacarse el carnet de conducir. Nuestra familia importante estaba ya toda fuera.
Yo recuerdo aquel comentario en repentina voz baja: "ahora sí que no hay nada". Fue en el salón de mi madrina, y la única réplica fue la el balanceo silente de los sillones. Por supuesto, no ubico el momento  exacto, que tiene esa misma importancia nada importante del momento en que un enfermo deja de respirar,pero debió de ser entre el 68 y el año posterior a aquel que los diez millones "no fueron".
Para mi madre, el punto de inflexión y momento de volver a dejar caer la idea de irnos, fue presenciar como una mulata clavaba su tacón en el cráneo de un viejo que se le coló en la fila que esperaba para comprar en la Antigua Chiquita; el viejo cayó muerto, se los llevaron a los dos, y decían que horas más tarde ella volvió tan pancha, pues debía ser amiga de alguien. Mientras llegaba su turno llegó otra perseguidora y se llevo a un viejo que vendía escobas fabricadas por el con palos viejos.
Pocos días después la vecina le soltó a mi madre que cuando carajos iba a poner Fidel esta es tu casa. Mi madre replicó, cuando la del comité me lo pida, pero entonces le diré que tú le cambias tus cigarros a mi marido por los peines de hueso que él fabrica en casa.
Salimos del país al poco. Imagino que lo primero que pusieron los nuevos inquilinos fue la calcomanía. Por fin mi casa ya era revolucionaria. Las primeras letras que recibimos dejaban claro, como si nos importase un pito, que habían dado el apartamento "a una gente de color".




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