lunes 25 de enero de 2010
Un gobierno con vergüenza dimitiría
DESPUÉS DE LOS SUCESOS EN EL Hospital Psiquiátrico de La Habana (Mazorra), el Estado, presionado por darse a conocer la noticia en los medios internacionales, acepta en una escueta nota el deceso de veintiséis enfermos por hipotermia (médicos y familiares aseguran que sobrepasa la cifra de cuarenta), y calla el hambre, desolación y hacinamiento a los que estaban sometidos en pabellones sin ventanas, y el alimento, por lo general, una sopa o quaker, con suerte caliente, a las cinco de la tarde, que hacía de comida, los despedía hasta la hora del desayuno.
Días antes, en el Instituto Superior de Arte (ISA), los alumnos se amotinaron por la hambruna. Su resistencia a cambio de graduarse se le hizo lejana, quizá imposible, sus organismos exigieron alimentación. Y esos hijos que nadie quiere, jóvenes inexpertos e indefensos, de alguna manera también como los enfermos mentales y el resto de la población cubana, acudieron a su única arma: el arte. Se insubordinaron y exigieron mejor atención. Desoyeron al Rector y el resto del claustro que exigía que regresaran a la cordura. Realmente había que estar loco para enfrentar la maquinaría del Estado. Esos jóvenes, literalmente, estaban locos de hambre. Pero la poca cordura que permite el hambre, los hizo lanzarse en la protesta, quizá, sino lo hubieran hecho en su momento, hoy fueran una cifra fría y olvidada como la de los veintiséis enfermos mentales.
Habría que hacer un estudio para saber si el hambre nos vuelve loco, o los locos se convierten en hambrientos. La sociedad cubana se ha convertido en locos hambrientos o viceversa. Lo cierto es que la hambruna cala con más fuerza en la población.
En ambos casos, al día siguiente del motín en el ISA, mejoraron la alimentación y rescataron el alumbrado en el interior de los edificios. Y en el hospital de Mazorra, también comenzaron a llegar los camiones con pertrechos: comida, colchas, medicinas, brigadas de mantenimiento, etc.
Y todo coincide con nuestros aviones provistos de médicos, hospitales de campaña, alimentación y medicinas para los hermanos haitianos. Lo que se infiere que sí existen almacenados esos insumos, sólo que son guardados para casos de emergencia. A la manera de un niño cuando llora: se le proporciona el tete.
En cincuenta años, la “Revolución” cubana se ocupa más de la imagen que brinda al exterior que, en realidad, el bienestar de su población. La política internacionalista no ha sido más que la justificación de ganar adeptos a la causa, la imagen positiva y humanitaria, con una gran dosis de hipocresía y engaño, y no por el sentimiento desinteresado de ayudar al prójimo.
En definitiva, un Estado que se respete a sí mismo, no soportaría en su conciencia no haber salvado a sus enfermos mentales, y la única salida decorosa es su renuncia. También aquellos que lo apoyan, sus Ministros, Fuerza Represiva, y acólitos en general, deberían tener la obligación moral de alejarse y renunciar a las prebendas; pero por supuesto, eso sólo lo harían los que no temen engrosar la lista de los desprotegidos. Los que no tienen miedo de pagar la misma suerte de los enfermos mentales.
Y en este gobierno, al menos yo, no logro visualizar a los desinteresados, a los que están dispuestos a dejar sus ventajas por vergüenza. Quizá una mañana despertemos y haya once millones de cubanos muertos por hipotermia y hambre. Aunque algo me hace creer, que gran parte de este pueblo, al menos ya tienen muerta por hipotermia y estatismo, sus neuronas.
Días antes, en el Instituto Superior de Arte (ISA), los alumnos se amotinaron por la hambruna. Su resistencia a cambio de graduarse se le hizo lejana, quizá imposible, sus organismos exigieron alimentación. Y esos hijos que nadie quiere, jóvenes inexpertos e indefensos, de alguna manera también como los enfermos mentales y el resto de la población cubana, acudieron a su única arma: el arte. Se insubordinaron y exigieron mejor atención. Desoyeron al Rector y el resto del claustro que exigía que regresaran a la cordura. Realmente había que estar loco para enfrentar la maquinaría del Estado. Esos jóvenes, literalmente, estaban locos de hambre. Pero la poca cordura que permite el hambre, los hizo lanzarse en la protesta, quizá, sino lo hubieran hecho en su momento, hoy fueran una cifra fría y olvidada como la de los veintiséis enfermos mentales.
Habría que hacer un estudio para saber si el hambre nos vuelve loco, o los locos se convierten en hambrientos. La sociedad cubana se ha convertido en locos hambrientos o viceversa. Lo cierto es que la hambruna cala con más fuerza en la población.
En ambos casos, al día siguiente del motín en el ISA, mejoraron la alimentación y rescataron el alumbrado en el interior de los edificios. Y en el hospital de Mazorra, también comenzaron a llegar los camiones con pertrechos: comida, colchas, medicinas, brigadas de mantenimiento, etc.
Y todo coincide con nuestros aviones provistos de médicos, hospitales de campaña, alimentación y medicinas para los hermanos haitianos. Lo que se infiere que sí existen almacenados esos insumos, sólo que son guardados para casos de emergencia. A la manera de un niño cuando llora: se le proporciona el tete.
En cincuenta años, la “Revolución” cubana se ocupa más de la imagen que brinda al exterior que, en realidad, el bienestar de su población. La política internacionalista no ha sido más que la justificación de ganar adeptos a la causa, la imagen positiva y humanitaria, con una gran dosis de hipocresía y engaño, y no por el sentimiento desinteresado de ayudar al prójimo.
En definitiva, un Estado que se respete a sí mismo, no soportaría en su conciencia no haber salvado a sus enfermos mentales, y la única salida decorosa es su renuncia. También aquellos que lo apoyan, sus Ministros, Fuerza Represiva, y acólitos en general, deberían tener la obligación moral de alejarse y renunciar a las prebendas; pero por supuesto, eso sólo lo harían los que no temen engrosar la lista de los desprotegidos. Los que no tienen miedo de pagar la misma suerte de los enfermos mentales.
Y en este gobierno, al menos yo, no logro visualizar a los desinteresados, a los que están dispuestos a dejar sus ventajas por vergüenza. Quizá una mañana despertemos y haya once millones de cubanos muertos por hipotermia y hambre. Aunque algo me hace creer, que gran parte de este pueblo, al menos ya tienen muerta por hipotermia y estatismo, sus neuronas.
Acabo de marcar como "interesante" mi reacción al leer esta publicación. No sé si "interesante" sería la palabra correcta. Lo cierto es que noticias así no te dejan indiferente, pero sí te hacen sentir pequeño de impotencia ante tanta injusticia.
ResponderEliminarAbrazos Pedro