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Me reservo el derecho de publicar noticias ficticias -debidamente señaladas NF- cuando la realidad me aburra, alternando con mis entradas de opinión.

viernes, 28 de mayo de 2010

La corrupción en Cuba. Decálogo 1 de subsistencia.

El cubano hoy, para subsistir, está obligado socialmente a robar. Vende, trafica y se apropia de cuanto está a su alcance y también de lo que no está. Debe vivir al margen de la ley, de una ley que especula con la especie humana y trata a todos por igual, siempre y cuando el ciudadano sea cómplice del sistema, se convierta en sumiso componedor de mentiras.
De ahí le viene una especie de decálogo involuntario, inconsciente, que le sirve para subsistir en medio de sus desgracias:
1. Ocultar siempre lo que piensa.
2. Desconfiar hasta de su sombra. Cualquiera, conocido o no, puede ser confidente, alguien que lo “eche pa´lante” a uno si descubre que vende mangos o hierba buena.
3. Evitar la especialidad en el negocio. Ofrecer un día ropa interior, otro relojes, otro gomas de autos. Ampliar el espectro lo más que se pueda. El procedimiento desconcierta a los chivas.
4. Hacer negocios bien lejos del barrio y del centro de trabajo. Tal medida desconcierta a la policía.
5. No ser tacaño. “Tocar”, en lo posible, a los jefes de sectores de la policía, eso garantiza cierta seguridad porque la misma policía le cubre las espaldas a los implicados.
6. Evitar intermediarios. Muchos ojos y muchas manos hacen ruido en el sistema.
7. No ser avaricioso. Un buen negociante clandestino evita los negocios en grande. Es mejor poco a poco. Disimula más, gana menos, pero multiplica la seguridad.
8. Mantener la calidad, condición que permite lidiar con la competencia y merecer el prestigio entre la clientela, quien lo protegerá así más.
9. No mezclar los negocios con la familia, alguno involuntariamente, puede delatar al hablar más de la cuenta.
10. Ser ahorrativo, no gastárselo todo, dejar una reserva para cuando el negocio comience a quemarse y se imponga un descanso.


También hay actos corruptos de pequeña escala, o al por menor. En Cuba, este tipo de corrupción está en la calle, en el vecindario, en las empresas e instituciones
donde laboran los asalariados, en la economía de resistencia, en la cuentapropista y en el mercado negro. En Cuba se delinque profusamente. Es la versión popular de la corrupción generalizada. Sus transgresores la justifican por la carestía reinante. Está expresada en los mecanismos de supervivencia, todos informales, a los cuales el cubano medio se ve obligado a recurrir para lograr lo mínimo: subsistir. Los términos de “trapicheo”, “buscarse la vida”, “bisneo” y “sociolismo” identifican lo antes dicho a nivel de pueblo. Tiene sus propios agentes: “merolico”, “jinetero”, “guajimene”, “conecte”, “ratero”, “listero”, “colero”, etc. Para sus operaciones se abastecen principalmente de los activos del estado, bien sea por robo violento o porque los trabajadores y dirigentes de las instituciones y empresas estatales realizan la sustracción.
Además de los productos más frecuentes de la comida criolla cubana -arroz, frijoles, carne de cerdo y de res, huevo, yuca, malanga, etc.- el cubano de a pie “compra” en el mercado negro el aceite y la manteca, mariscos, ron, cerveza, medicina y hasta la gasolina. A veces estos productos no se consumen, sino que se usan como “moneda” en las transacciones de trueque.
Los mercados ilegales también son los preferidos para “adquirir” bienes y servicios tan diversos como la baja del servicio militar obligatorio, una computadora con su impresora, una dentadura postiza, la inscripción/cupo en las mejores escuelas técnicas y del nivel medio para evitar que el estudiante “vaya becado” y tenga que ir a vivir fuera de la casa, el conseguirse el cupo en lugares turísticos “exclusivos” para “trabajadores destacados” o el obtener el uniforme de escuela porque el anual “no lo dan” o “es insuficiente”. En este último caso, la tienda que los asigna podría “llevarlo a la casa”, dependiendo del “conecte”.
Ciertos negocios ilegales, de conocimiento popular, también suceden en zonas aledañas a las “vendutas” y “candongas”. Las personas retiradas que habitan en “casas grandes”, ubicadas cerca de estas plazas, alquilan ilegalmente “almacenes” para que los vendedores ambulantes de dichos mercados puedan guardar sus mercaderías y estantes en los días muertos. Dentro del alquiler cobrado al comerciante va incluida “la tajada” que hay que pagarle al inspector del gobierno para que “no actúe” ante las ilegalidades del caso.

El decálogo tiene variantes e ingredientes anexos, todo depende del ingenio y de las necesidades del momento. Pero es casi seguro que de los 60,000 presos que hay actualmente en la isla por delitos comunes, la mayoría pasó por alto algunas de estas normas, concebidas para el cubano (de la isla) posterior a 1959. Los actos corruptos de menor escala se originan en las empresas donde los controles administrativos son débiles o inexistentes. Dichas deficiencias existen en la mayoría de las empresas cubanas, pero más en las estatales que en las cooperativas, las mixtas o privadas. La injerencia estatal en la empresa influye. A más injerencia estatal, más corrupción en la empresa. Los actos corruptos más frecuentes son: robo, fraude, desfalcos y saqueo de materia prima, de productos intermedios o terminados, equipos, herramientas y de efectivo. Con lo obtenido ilegalmente se logra un beneficio personal, bien por el uso o disfrute del producto, bien mediante el trueque o venta en el mercado negro, ambas transacciones destinadas a generar una ganancia personal en especie o en efectivo, preferiblemente en dólares.
Frente a las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TDR), cualquier “cliente”
puede comprar de los vendedores callejeros que “operan” en las afueras cualquier producto que se venda dentro de la tienda, pudiendo además realizar la transacción en la moneda que disponga el cliente. El negocio supone una fluidez efectiva “de oferta y demanda” entre los vendedores ambulantes y los empleados de la tienda, generalmente en contubernio con el administrador.
La corrupción llega incluso hasta las puertas de la Sección de Intereses del Gobierno de los Estados Unidos, en La Habana, Cuba. Sus inmediaciones están custodiadas por la Policía Nacional Revolucionaria, pero un “listero” ubicado frente a la entrada -“que tiene porte de policía y siempre está vestido de civil”- utiliza “apuntadoras”, mujeres que venden el cupo para verse con el Cónsul norteamericano -entre 70 y 90 dólares por persona- para ser entrevistado ese día. El nacional interesado en “comprar el cupo” fue previamente “premiado” por la lotería de visas que da “la Embajada.” Durante la entrevista, el Cónsul decide si finalmente da la visa al “premiado” para que viaje legalmente a los Estados Unidos. La Oficina de Intereses solamente atiende un número fijo de personas por día laborable. Con anterioridad ha entregado la lista amplia de todos “los premiados” por lotería al gobierno cubano, para que éste los ordene en una secuencia de entrevistas para las próximas semanas.
Para evitar gastos, los más urgidos en comprar el “cupo de mañana” (o el de lo antes posible) son los premiados que no residen en La Habana, y entre ellos, “los del campo”. 

En las instituciones gubernamentales también hay corrupción. En forma de pago de comisiones para agilizar procedimientos, obtener contratos, no pagar impuestos, incumplir regulaciones, obtener certificados de antecedentes penales,expediente de vivienda, una placa de rayos X falsa para el certificado médico u otros documentos etc. Por ejemplo, trabajadores de la Aduana del Aeropuerto Internacional José Martí indicaron que “el pase de marihuana no era raro entre oficiales, quienes también aceptan sobornos por introducir en la Isla equipos electrodomésticos o dólares falsos . El sector de la cultura, tampoco está exento. “Sobornar a funcionarios y representantes artísticos (del Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficos/ ICAIC) para poder actuar en lugares donde puedas obtener dólares se ha convertido en una práctica común”, dijo el guitarrista Yimi Alonso, integrante del Trío Ruvela.
“Es una actitud de sobrevivencia”.

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