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Me reservo el derecho de publicar noticias ficticias -debidamente señaladas NF- cuando la realidad me aburra, alternando con mis entradas de opinión.

viernes, 28 de mayo de 2010

La corrupción en Cuba. El narcotráfico del régimen.

La corrupción generalizada la explican Lage (hoy depuesto), Alarcón y otros dirigentes por el “legado y los males del capitalismo” que heredó el socialismo cubano. Es un mal inherente al sistema capitalista, pero ajeno al socialismo”. Sin embargo, el enriquecimiento ilícito no apareció en la Cuba socialista por primera vez con las medidas “capitalistas” introducidas en los 90. Desde los inicios del régimen, hay “corrupción socialista”, a pesar del discurso moralizante y la prédica puritana del fidelismo. 
Por ejemplo, el tráfico de drogas -con la tutela del Estado cubano,
hecho inexistente antes de 1959
-apareció en Cuba a fines de los setenta, cuando hacía una década que el antiguo régimen había caído y cuando el fidelismo ya había cumplido su “etapa de institucionalización”. La presencia de la droga en la Isla antes de 1959, sin embargo, era distinta [negocio y consumo a nivel personal o de grupo, sin el apoyo oficioso de personas y recursos que son parte de la estructura de poder, v. g., las fuerzas armadas y sus equipos e instalaciones]. Tan fuerte estaba el régimen entonces, que fomentaba campañas internacionalistas para “liberar pueblos hermanos explotados por el imperialismo.” Sin embargo, como afirma uno de los agentes operativos de aquellos años, hoy exilado en Paris, “entre los revolucionarios, aquello (el tráfico de drogas) no chocaba porque era una forma más de hacerle la guerra al imperialismo.”
¿Otro legado, darle santuario de residencia en Cuba a poderosos delincuentes internacionales—buscados por la justicia de sus países y la INTERPOL, o será otro invento fidelista?

Al respecto, hay siete casos conocidos de reciente historia:
1) Robert Vesco, norteamericano, estafador financiero (“asilo humanitario” en Cuba)
2) Jaime Guillot Lara, mexicano, traficante notorio (“residente protegido” y vecino de Vesco en Cuba)

3) Carlos Lehder, colombiano, traficante internacional de drogas (le regaló al Gobierno cubano dos aviones a cambio “de servicios” recibidos);
4) Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos, narcotraficante mexicano.
Según la DEA el narcotraficante más poderoso del mundo después que se alió con los capos de Colombia. Murió en 1996 durante una cirugía plástica (pagó millones de dólares a Fidel Castro para usar la Isla como refugio de amor y negocios. Hacía grandes obras de caridad en la Isla.
5) Alejandro Bernal, considerado por la DEA como uno de los mayores
proveedores de droga a los cárteles de México. En una entrevista concedida a El Nuevo Herald dijo: “se mantenía allá, el compadre (Carrillo), se mantenía allá en Cuba.
Si tú quieres llegar a Cuba y quedarte viviendo allá bien tranquilo, cinco millones de dólares a Fidel. Y no te toca nadie. Pero eso no es de ahora, es de toda la vida. Cuba es un paraíso, mi rey, si usted no va a matar a nadie ni hablar de política. Si tu vieras la cantidad de poderosos mexicanos que tienen su residencia en Cuba, dijo aclarando que al decir ´poderosos´ se refería a individuos comprometidos con el narcotráfico” 
6) Armando Valencia, presunto narcotraficante mexicano, (se reunió con Bernal en Cuba, en julio de 1997, buscando socios para continuar con los negocios de la droga, tras la muerte de Carrillo;
7) Carlos Salinas de Gortari, ex Presidente de México, mentor y cómplice de su hermano. Este último cumple una larga condena en su país por malversador de fondos públicos, lavado de dinero y transacciones internacionales ilegales.
De nuevo en la Isla, a nivel de cola y calle, es de conocimiento popular que los ctuales dirigentes y funcionarios de los ministerios, de las empresas estatales y del Partido, son corruptos en su mayoría, por estar participando en “hechos y negocios ilícitos, inmoralidades y otras faltas e irregularidades”. Lo prueban sus afluentes estilos de vida. Con las violaciones a la “moral revolucionaria” que se ven todos los días en la clase política, el pueblo se pregunta: ¿de dónde sale tanta plata para llevar tan buena vida en medio de tanta escasez?
Los “de arriba” justifican sus privilegios en Cuba como una “contrapartida legítima de una vida... colmada de riesgos”. En definitiva, se amparan en una especie caprichosa de justicia compensatoria, que paga por sus “sacrificios patrios”. Y si esto hacen los que disfrutan de “la renta derivada de una posición jerárquica”, por qué no “los de abajo”, quienes también por “a nombre de esa misma justicia” deben aprovecharse de la corrupción que existe en la calle, el vecindario y el centro de trabajo, como un pago, aunque sea parcial, de los muchos sacrificios y penurias que sufren a diario. En el argot popular se reflejan estas compensaciones. Por ejemplo, si un cubano de la Isla que está consumiendo una taza de café o comprando un habano por un peso, ve que a un turista despistado le cobran un dólar por el mismo producto (o sea 26 veces más porque un dólar, está a 26 pesos), el empleado que está ejecutando la estafa no es un estafador, sino “un luchador” que “le está metiendo el pie”, o “aplicándole la mecánica nacional” al viajero del Primer mundo, que sin saberlo, está ayudando a “la causa personal” del empleado que tiene que mantenerse a sí mismo y a su familia. Las estafas del cubano a pie al turista son también interpretadas como “multas” populares al extranjero del Primer Mundo que viene a divertirse al Cuarto Mundo .
C.4. Articulación entre ambas.
La corrupción es el eje integrador de los diferentes mercados estatales y privados, legales, “alegales” e ilegales, que existen en Cuba. En dichos mercados, la corrupción mayor y menor se articula y refuerza. Esto es fácilmente entendible. Por el control que tiene un régimen centralista como el cubano, no es posible que las altas esferas del gobierno ignoren la corrupción menor. Tampoco es posible que, conociéndola, no la eliminen, a menos que sean parte del negocio, que es donde se centralizan y vuelven más atractivos los montos del valor agregado.
 

Pongamos otra vez de ejemplo el narcotráfico. Sabemos que el gobierno de la Habana se proyecta como un abanderado de la lucha contra el tráfico de estupefacientes en la Isla, proyección que se volvió más insistente después del fusilamiento de los Generales Ochoa y De la Guardia. Sin embargo, recientemente tres equipos de trabajo del canal Telecinco, de España, infiltrados en La Habana con cámaras ocultas, pusieron al descubierto el viernes – 23 de Agosto, 2002— el activo papel de Cuba en el tráfico global de drogas. Haciéndose pasar por narcotraficantes internacionales interesados en introducir grandes cantidades de cocaína en Europa, periodistas de Telecinco accedieron a contactos en La Habana que reconocieron ingenuamente ante las cámaras que: “Lo mío es con gente de arriba... yo nada más le debo a uno, que es el gobierno”. El narco cubano, además de mostrar grandes cantidades de cocaína y probar su autenticidad, admitió que podía colocar con “total seguridad” una carga de hasta “ocho kilogramos de cocaína” en el Aeropuerto de Madrid-Barajas, por un costo de entre “21 mil y 30 mil dólares” el kilogramo, y reconoció que “el gobierno (de Cuba) aguanta de mí lo que quiera”.
Lo mismo comenta desde su carro de aire acondicionado un transeúnte de Prado y Trocadero, una de las “esquinas del vicio en la Isla”… “este negocio también es de ellos. La yerba y el polvo entran por las costas. Y ellos lo saben. Al parecer, “ellos” son el gobierno” . O como decía un mayimbe, de mirada fija a los compradores que merodean por dicha esquina: “Aquí todo es legal. Ya ves, tengo protección de los agentes. Son muchachos buenos. Se buscan diez o veinte dólares.
Lo único que tienen que hacer es mirar y no ver” . En las calles de La Habana y Varadero la venta de narcóticos sigue en aumento.
Es prácticamente imposible que una operación ilegal de la magnitud descubierta por el canal televisivo español opere con esa frecuencia y volumen en La Habana sin ser detectada, más temprano que tarde, debido al efectivo control estatal que todavía mantiene “la Seguridad” sobre la conducta de los ciudadanos. Aquí es donde el centralismo típico del poder cubano da pie a la sospecha que sobrepasa el beneficio de la duda. No es posible que las altas esferas del régimen no hayan detectado al jefe o miembros del denunciado clan cuando los órganos estatales de seguridad mantienen un “control totalitario capilar” sobre la población, más los ojos y oídos que cuadra por cuadra existen, hasta llegar a los hogares de los cubanos, a través de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
En el negocio específico de las drogas, habría que agregar dos atenuantes al caso cubano: uno histórico y otro geográfico. Históricamente, el fidelismo siempre ha mantenido “fraternales relaciones” con la guerrilla colombiana, y hasta hoy no las ha perdido. Los vínculos del fidelismo con la guerrilla colombiana, iniciados desde la década del 70 por razones políticas de esa era, hoy tienen un valor económico y estratégico mayor frente a dos hechos: la pérdida del pródigo rubloducto de origen moscovita que financió, por casi 30 años, el internacionalismo del régimen cubano; y al Plan Colombia, una nueva oportunidad que tiene el fidelismo para “luchar contra el imperialismo”, debido al decidido apoyo que ofrece Estados Unidos a dicho esfuerzo cívico militar para eliminar de ese país a los grupos irregulares –terroristas, guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes— que aún controlan gran parte del territorio y política colombianas. Además, la condición de archipiélago que tiene Cuba por ser la isla mayor del Caribe, ubicada a sólo noventa millas de los Estados Unidos —el mayor consumidor de drogas del mundo— le da ventaja al territorio cubano frente a las otras islas caribeñas para asentar en Cuba una base para el negocio más lucrativo que hoy existe en el mundo. Como muy oportunamente señalara el documental español ya citado, “Cuba está rodeada por casi un millar de islotes, idóneos para que las grandes familias del narcotráfico realicen sus operaciones.” En este sentido, el centralismo y autoritarismo del régimen cubano se vuelven atractivos para que los mafiosos realicen negociaciones suficientes al más alto nivel, y desde las cúspides de mando, contar con las articulaciones y escenarios que garanticen las operaciones y coberturas necesarias.
 

Hay un renglón, a nivel macro, que en la economía cubana no cuadra con el resto de las estadísticas dadas por el mismo gobierno. Me refiero al movimiento de las cuentas del factor externo. El análisis empieza con las remesas familiares que desde el exterior reciben entre el 25% y el 40% del total de las familias cubanas en la Isla. Betancourt y Pérez López, entre otros autorizados analistas, consideran que la cifra de 800 millones, generalmente reportado por concepto de remesas recibidas en Cuba desde el exterior, no es fiable ni realista. Betancourt ahonda más, y alega que ese monto es “matemáticamente imposible y políticamente inviable”, y lo explica.
“La cantidad sale”, según el autor, “de una cínica manipulación hecha para encubrir una verdad incómoda: Castro está recurriendo al tráfico de drogas y al lavado de dinero para financiar la brecha que tiene (desde 1990) en la balanza de pagos” Otros autores, como Díaz Briquets y Mesa-Lago, estiman como máximo en remesas anuales unos 400 y 700 millones de dólares respectivamente, y ninguno de ellos llega a las conclusiones de Betancourt. Sin embargo, Mesa-Lago y Morris (un conocido analista de la Unidad de Inteligencia de The Economist, de Londres) sí reconocen que al analizar los flujos de fondos en el factor externo, hay un vacío de información que fluctúa entre los 300 millones y los 2,000 millones de dólares anuales, el cual no puede ser explicado por los ingresos y gastos del turismo, ni por el movimiento de las transferencias recibidas desde el exterior, ni mucho menos por la inversión anual de capitales en la Isla. Morris sostiene, sin embargo, una tesis distinta a Betancourt. Dice que el vacío se debe a la paranoia del gobierno cubano, quien habitualmente se resiste a comunicar estadísticas nacionales, temeroso de que después éstas sean utilizadas como insumo informativo por los centros de inteligencia económica del mundo.

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