Desde que el mundo existe, ateos y creyentes están de acuerdo en el potencial del sexo para tomar el trono reservado a Dios. Para unos es un placer y para otros un horror sustituir la moral anti-fornicaria y las letanías de prohibiciones y restricciones con las prácticas orales y anales entre célibes y personas de igual sexo. Me parece lógico que unos llenen el espacio de su no creencia en Dios con aquella en los placeres constatables de la carne, pero no que los otros acepten la idea . A Dios no lo sustituyen el pene , ni la vagina, ni el ano, ni la eyaculación ni el orgasmo, porque Él comienza donde terminan aquellos, o no es Dios.
De ser así como yo piendo, es el creer que el sexo anula a Dios lo que puede alejar de Él, no el sexo mismo. Y curiosamente aquellos que más temen que esto ocurra se pasan la vida anunciándolo. Ni el diablo lo habría tramado mejor. Es simple, y cuenta con los propios creyentes trabajando para él a tiempo completo.
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