Me lo contó hoy mi amigo, mi buen amigo y buena persona. Insisto en esto porque no les cuadrará el resto del relato.
Viernes.
Un pueblo costero de Cuba.
Flotaba en el aire el olor a chisme, a expectación, a goce íntimo, porque los boinas rojas habían invadido las calles buscando a unos que habían intentado fugarse en lancha. Sin éxito ambos, perseguidor y perseguido creando tensión .
Ahí se introduce un elemento extra, desde el punto de vista de los frustrados boinas rojas, con fama de matones: un turista cubiche chillando goma con una Nissan Vitara alquilada. Resulta que poco a poco fue acercando sus carreras y frenadas a donde estaba un vehículo de los boinas.
-Una falta de respeto- asegura mi amigo arrancando a reir- del muy comemierda, estúpido, ¿a quién se le ocurre reirte de los boinas rojas? Oígame- el cambio a usted anuncia el centro del cuento:- le salió al paso un vehículo. Otro se le tiró, entrando medio cuerpo por la ventanilla, le apagó el contacto, y de repente lo izó como si fuera un muñeco de trapo , que voló por los aires estrellándose contra el suelo.
Seguía ahogándose de la risa, mientras lo escenificaba con los brazos.
-¿Y qué fue de los fugados? -dije
-Nadie sabía nada.
-¿Y tú crees que los hubieran chivateado si alguien supiera?
-Sin duda. Pero no es chivatearlos. Es que es la noticia, en ese país que nunca pasa nada. Con lo rico que es que se forme la gorda y tú estar del lado de los que no les va a pasar nada. A menos que, claro, a alguien le dé por decir que tú sabías y no dijiste.
La historia habla por ella sola.
¿Cabe en la cabeza de algún otro ciudadano que la policía le tire por el aire por divertirse chillando neumáticos, para ser deportado y tener prohibido el reingreso al país para siempre?
¿Y qué me dicen de reirse de eso? Es una sombra en el carácter del cubano actual.
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