La corrupción generalizada la explican Lage (hoy depuesto), Alarcón y otros dirigentes por el “legado y los males del capitalismo” que heredó el socialismo cubano. Es un mal inherente al sistema capitalista, pero ajeno al socialismo”. Sin embargo, el enriquecimiento ilícito no apareció en la Cuba socialista por primera vez con las medidas “capitalistas” introducidas en los 90. Desde los inicios del régimen, hay “corrupción socialista”, a pesar del discurso moralizante y la prédica puritana del fidelismo.
Por ejemplo, el tráfico de drogas -con la tutela del Estado cubano,
hecho inexistente antes de 1959 -apareció en Cuba a fines de los setenta, cuando hacía una década que el antiguo régimen había caído y cuando el fidelismo ya había cumplido su “etapa de institucionalización”. La presencia de la droga en la Isla antes de 1959, sin embargo, era distinta [negocio y consumo a nivel personal o de grupo, sin el apoyo oficioso de personas y recursos que son parte de la estructura de poder, v. g., las fuerzas armadas y sus equipos e instalaciones]. Tan fuerte estaba el régimen entonces, que fomentaba campañas internacionalistas para “liberar pueblos hermanos explotados por el imperialismo.” Sin embargo, como afirma uno de los agentes operativos de aquellos años, hoy exilado en Paris, “entre los revolucionarios, aquello (el tráfico de drogas) no chocaba porque era una forma más de hacerle la guerra al imperialismo.”
¿Otro legado, darle santuario de residencia en Cuba a poderosos delincuentes internacionales—buscados por la justicia de sus países y la INTERPOL, o será otro invento fidelista?
Al respecto, hay siete casos conocidos de reciente historia:
1) Robert Vesco, norteamericano, estafador financiero (“asilo humanitario” en Cuba)
2) Jaime Guillot Lara, mexicano, traficante notorio (“residente protegido” y vecino de Vesco en Cuba)
3) Carlos Lehder, colombiano, traficante internacional de drogas (le regaló al Gobierno cubano dos aviones a cambio “de servicios” recibidos);
4) Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos, narcotraficante mexicano.
Según la DEA el narcotraficante más poderoso del mundo después que se alió con los capos de Colombia. Murió en 1996 durante una cirugía plástica (pagó millones de dólares a Fidel Castro para usar la Isla como refugio de amor y negocios. Hacía grandes obras de caridad en la Isla.
5) Alejandro Bernal, considerado por la DEA como uno de los mayores
proveedores de droga a los cárteles de México. En una entrevista concedida a El Nuevo Herald dijo: “se mantenía allá, el compadre (Carrillo), se mantenía allá en Cuba. Si tú quieres llegar a Cuba y quedarte viviendo allá bien tranquilo, cinco millones de dólares a Fidel. Y no te toca nadie. Pero eso no es de ahora, es de toda la vida. Cuba es un paraíso, mi rey, si usted no va a matar a nadie ni hablar de política. Si tu vieras la cantidad de poderosos mexicanos que tienen su residencia en Cuba, dijo aclarando que al decir ´poderosos´ se refería a individuos comprometidos con el narcotráfico”
6) Armando Valencia, presunto narcotraficante mexicano, (se reunió con Bernal en Cuba, en julio de 1997, buscando socios para continuar con los negocios de la droga, tras la muerte de Carrillo;
7) Carlos Salinas de Gortari, ex Presidente de México, mentor y cómplice de su hermano. Este último cumple una larga condena en su país por malversador de fondos públicos, lavado de dinero y transacciones internacionales ilegales.
De nuevo en la Isla, a nivel de cola y calle, es de conocimiento popular que los ctuales dirigentes y funcionarios de los ministerios, de las empresas estatales y del Partido, son corruptos en su mayoría, por estar participando en “hechos y negocios ilícitos, inmoralidades y otras faltas e irregularidades”. Lo prueban sus afluentes estilos de vida. Con las violaciones a la “moral revolucionaria” que se ven todos los días en la clase política, el pueblo se pregunta: ¿de dónde sale tanta plata para llevar tan buena vida en medio de tanta escasez?
Los “de arriba” justifican sus privilegios en Cuba como una “contrapartida legítima de una vida... colmada de riesgos”. En definitiva, se amparan en una especie caprichosa de justicia compensatoria, que paga por sus “sacrificios patrios”. Y si esto hacen los que disfrutan de “la renta derivada de una posición jerárquica”, por qué no “los de abajo”, quienes también por “a nombre de esa misma justicia” deben aprovecharse de la corrupción que existe en la calle, el vecindario y el centro de trabajo, como un pago, aunque sea parcial, de los muchos sacrificios y penurias que sufren a diario. En el argot popular se reflejan estas compensaciones. Por ejemplo, si un cubano de la Isla que está consumiendo una taza de café o comprando un habano por un peso, ve que a un turista despistado le cobran un dólar por el mismo producto (o sea 26 veces más porque un dólar, está a 26 pesos), el empleado que está ejecutando la estafa no es un estafador, sino “un luchador” que “le está metiendo el pie”, o “aplicándole la mecánica nacional” al viajero del Primer mundo, que sin saberlo, está ayudando a “la causa personal” del empleado que tiene que mantenerse a sí mismo y a su familia. Las estafas del cubano a pie al turista son también interpretadas como “multas” populares al extranjero del Primer Mundo que viene a divertirse al Cuarto Mundo .C.4. Articulación entre ambas.
La corrupción es el eje integrador de los diferentes mercados estatales y privados, legales, “alegales” e ilegales, que existen en Cuba. En dichos mercados, la corrupción mayor y menor se articula y refuerza. Esto es fácilmente entendible. Por el control que tiene un régimen centralista como el cubano, no es posible que las altas esferas del gobierno ignoren la corrupción menor. Tampoco es posible que, conociéndola, no la eliminen, a menos que sean parte del negocio, que es donde se centralizan y vuelven más atractivos los montos del valor agregado.
Pongamos otra vez de ejemplo el narcotráfico. Sabemos que el gobierno de la Habana se proyecta como un abanderado de la lucha contra el tráfico de estupefacientes en la Isla, proyección que se volvió más insistente después del fusilamiento de los Generales Ochoa y De la Guardia. Sin embargo, recientemente tres equipos de trabajo del canal Telecinco, de España, infiltrados en La Habana con cámaras ocultas, pusieron al descubierto el viernes – 23 de Agosto, 2002— el activo papel de Cuba en el tráfico global de drogas. Haciéndose pasar por narcotraficantes internacionales interesados en introducir grandes cantidades de cocaína en Europa, periodistas de Telecinco accedieron a contactos en La Habana que reconocieron ingenuamente ante las cámaras que: “Lo mío es con gente de arriba... yo nada más le debo a uno, que es el gobierno”. El narco cubano, además de mostrar grandes cantidades de cocaína y probar su autenticidad, admitió que podía colocar con “total seguridad” una carga de hasta “ocho kilogramos de cocaína” en el Aeropuerto de Madrid-Barajas, por un costo de entre “21 mil y 30 mil dólares” el kilogramo, y reconoció que “el gobierno (de Cuba) aguanta de mí lo que quiera”.
Lo mismo comenta desde su carro de aire acondicionado un transeúnte de Prado y Trocadero, una de las “esquinas del vicio en la Isla”… “este negocio también es de ellos. La yerba y el polvo entran por las costas. Y ellos lo saben. Al parecer, “ellos” son el gobierno” . O como decía un mayimbe, de mirada fija a los compradores que merodean por dicha esquina: “Aquí todo es legal. Ya ves, tengo protección de los agentes. Son muchachos buenos. Se buscan diez o veinte dólares.
Lo único que tienen que hacer es mirar y no ver” . En las calles de La Habana y Varadero la venta de narcóticos sigue en aumento.
Es prácticamente imposible que una operación ilegal de la magnitud descubierta por el canal televisivo español opere con esa frecuencia y volumen en La Habana sin ser detectada, más temprano que tarde, debido al efectivo control estatal que todavía mantiene “la Seguridad” sobre la conducta de los ciudadanos. Aquí es donde el centralismo típico del poder cubano da pie a la sospecha que sobrepasa el beneficio de la duda. No es posible que las altas esferas del régimen no hayan detectado al jefe o miembros del denunciado clan cuando los órganos estatales de seguridad mantienen un “control totalitario capilar” sobre la población, más los ojos y oídos que cuadra por cuadra existen, hasta llegar a los hogares de los cubanos, a través de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
En el negocio específico de las drogas, habría que agregar dos atenuantes al caso cubano: uno histórico y otro geográfico. Históricamente, el fidelismo siempre ha mantenido “fraternales relaciones” con la guerrilla colombiana, y hasta hoy no las ha perdido. Los vínculos del fidelismo con la guerrilla colombiana, iniciados desde la década del 70 por razones políticas de esa era, hoy tienen un valor económico y estratégico mayor frente a dos hechos: la pérdida del pródigo rubloducto de origen moscovita que financió, por casi 30 años, el internacionalismo del régimen cubano; y al Plan Colombia, una nueva oportunidad que tiene el fidelismo para “luchar contra el imperialismo”, debido al decidido apoyo que ofrece Estados Unidos a dicho esfuerzo cívico militar para eliminar de ese país a los grupos irregulares –terroristas, guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes— que aún controlan gran parte del territorio y política colombianas. Además, la condición de archipiélago que tiene Cuba por ser la isla mayor del Caribe, ubicada a sólo noventa millas de los Estados Unidos —el mayor consumidor de drogas del mundo— le da ventaja al territorio cubano frente a las otras islas caribeñas para asentar en Cuba una base para el negocio más lucrativo que hoy existe en el mundo. Como muy oportunamente señalara el documental español ya citado, “Cuba está rodeada por casi un millar de islotes, idóneos para que las grandes familias del narcotráfico realicen sus operaciones.” En este sentido, el centralismo y autoritarismo del régimen cubano se vuelven atractivos para que los mafiosos realicen negociaciones suficientes al más alto nivel, y desde las cúspides de mando, contar con las articulaciones y escenarios que garanticen las operaciones y coberturas necesarias.
Hay un renglón, a nivel macro, que en la economía cubana no cuadra con el resto de las estadísticas dadas por el mismo gobierno. Me refiero al movimiento de las cuentas del factor externo. El análisis empieza con las remesas familiares que desde el exterior reciben entre el 25% y el 40% del total de las familias cubanas en la Isla. Betancourt y Pérez López, entre otros autorizados analistas, consideran que la cifra de 800 millones, generalmente reportado por concepto de remesas recibidas en Cuba desde el exterior, no es fiable ni realista. Betancourt ahonda más, y alega que ese monto es “matemáticamente imposible y políticamente inviable”, y lo explica.
“La cantidad sale”, según el autor, “de una cínica manipulación hecha para encubrir una verdad incómoda: Castro está recurriendo al tráfico de drogas y al lavado de dinero para financiar la brecha que tiene (desde 1990) en la balanza de pagos” Otros autores, como Díaz Briquets y Mesa-Lago, estiman como máximo en remesas anuales unos 400 y 700 millones de dólares respectivamente, y ninguno de ellos llega a las conclusiones de Betancourt. Sin embargo, Mesa-Lago y Morris (un conocido analista de la Unidad de Inteligencia de The Economist, de Londres) sí reconocen que al analizar los flujos de fondos en el factor externo, hay un vacío de información que fluctúa entre los 300 millones y los 2,000 millones de dólares anuales, el cual no puede ser explicado por los ingresos y gastos del turismo, ni por el movimiento de las transferencias recibidas desde el exterior, ni mucho menos por la inversión anual de capitales en la Isla. Morris sostiene, sin embargo, una tesis distinta a Betancourt. Dice que el vacío se debe a la paranoia del gobierno cubano, quien habitualmente se resiste a comunicar estadísticas nacionales, temeroso de que después éstas sean utilizadas como insumo informativo por los centros de inteligencia económica del mundo.
viernes, 28 de mayo de 2010
La corrupción en Cuba. Decalogo 2. Delinquir para sobrevivir es obligado.
Manuel tiene dos trabajos: el que el Gobierno le proporciona y otro que se ha buscado él.
Durante el día trabaja como carpintero renovando edificios de antigua elegancia para convertirlos en hoteles y tiendas para el estado, ganando el equivalente a unos $7 al mes. Por la noche, tras entregarle casi la tercera parte de su sueldo al capataz para poderse ir temprano del trabajo, Manuel conduce a turistas hacia restaurantes privados, los “paladares”, o les vende tabacos y ron del mercado negro.
Cada dólar que gana en susurrados acuerdos y soturnas transacciones contribuye a sufragar la comida y otras necesidades que con su sueldo mensual no lograría nunca cubrir. Para el Gobierno es un delincuente, pero él se considera a sí mismo como un sobreviviente –tanto de su idealismo de juventud y los duros tiempos desde la desaparición de la Unión Soviética y su ayuda.
“Cuando yo era joven, íbamos a la Plaza a cantar y gritar consignas por la revolución”, dijo Manuel, de 26 años, que rehusó decir su nombre completo. “Entonces no comprendíamos. Pero ahora nos sentimos engañados. Si tuviéramos trabajos verdaderos y buen salario podríamos vivir como la gente en cualquier otro lugar”.
“En cualquier otro país, trabajando honradamente, yo podría sostener a mi familia”, dijo Manuel. Aquí, simplemente, no puedo”.
Publicado el jueves 31 de mayo de 2001 en El Nuevo Herald.
La corrupción en Cuba. Decálogo 1 de subsistencia.
El cubano hoy, para subsistir, está obligado socialmente a robar. Vende, trafica y se apropia de cuanto está a su alcance y también de lo que no está. Debe vivir al margen de la ley, de una ley que especula con la especie humana y trata a todos por igual, siempre y cuando el ciudadano sea cómplice del sistema, se convierta en sumiso componedor de mentiras.
De ahí le viene una especie de decálogo involuntario, inconsciente, que le sirve para subsistir en medio de sus desgracias:
1. Ocultar siempre lo que piensa.
2. Desconfiar hasta de su sombra. Cualquiera, conocido o no, puede ser confidente, alguien que lo “eche pa´lante” a uno si descubre que vende mangos o hierba buena.
3. Evitar la especialidad en el negocio. Ofrecer un día ropa interior, otro relojes, otro gomas de autos. Ampliar el espectro lo más que se pueda. El procedimiento desconcierta a los chivas.
4. Hacer negocios bien lejos del barrio y del centro de trabajo. Tal medida desconcierta a la policía.
5. No ser tacaño. “Tocar”, en lo posible, a los jefes de sectores de la policía, eso garantiza cierta seguridad porque la misma policía le cubre las espaldas a los implicados.
6. Evitar intermediarios. Muchos ojos y muchas manos hacen ruido en el sistema.
7. No ser avaricioso. Un buen negociante clandestino evita los negocios en grande. Es mejor poco a poco. Disimula más, gana menos, pero multiplica la seguridad.
8. Mantener la calidad, condición que permite lidiar con la competencia y merecer el prestigio entre la clientela, quien lo protegerá así más.
9. No mezclar los negocios con la familia, alguno involuntariamente, puede delatar al hablar más de la cuenta.
10. Ser ahorrativo, no gastárselo todo, dejar una reserva para cuando el negocio comience a quemarse y se imponga un descanso.
También hay actos corruptos de pequeña escala, o al por menor. En Cuba, este tipo de corrupción está en la calle, en el vecindario, en las empresas e instituciones
donde laboran los asalariados, en la economía de resistencia, en la cuentapropista y en el mercado negro. En Cuba se delinque profusamente. Es la versión popular de la corrupción generalizada. Sus transgresores la justifican por la carestía reinante. Está expresada en los mecanismos de supervivencia, todos informales, a los cuales el cubano medio se ve obligado a recurrir para lograr lo mínimo: subsistir. Los términos de “trapicheo”, “buscarse la vida”, “bisneo” y “sociolismo” identifican lo antes dicho a nivel de pueblo. Tiene sus propios agentes: “merolico”, “jinetero”, “guajimene”, “conecte”, “ratero”, “listero”, “colero”, etc. Para sus operaciones se abastecen principalmente de los activos del estado, bien sea por robo violento o porque los trabajadores y dirigentes de las instituciones y empresas estatales realizan la sustracción.
Además de los productos más frecuentes de la comida criolla cubana -arroz, frijoles, carne de cerdo y de res, huevo, yuca, malanga, etc.- el cubano de a pie “compra” en el mercado negro el aceite y la manteca, mariscos, ron, cerveza, medicina y hasta la gasolina. A veces estos productos no se consumen, sino que se usan como “moneda” en las transacciones de trueque.
Los mercados ilegales también son los preferidos para “adquirir” bienes y servicios tan diversos como la baja del servicio militar obligatorio, una computadora con su impresora, una dentadura postiza, la inscripción/cupo en las mejores escuelas técnicas y del nivel medio para evitar que el estudiante “vaya becado” y tenga que ir a vivir fuera de la casa, el conseguirse el cupo en lugares turísticos “exclusivos” para “trabajadores destacados” o el obtener el uniforme de escuela porque el anual “no lo dan” o “es insuficiente”. En este último caso, la tienda que los asigna podría “llevarlo a la casa”, dependiendo del “conecte”.
Ciertos negocios ilegales, de conocimiento popular, también suceden en zonas aledañas a las “vendutas” y “candongas”. Las personas retiradas que habitan en “casas grandes”, ubicadas cerca de estas plazas, alquilan ilegalmente “almacenes” para que los vendedores ambulantes de dichos mercados puedan guardar sus mercaderías y estantes en los días muertos. Dentro del alquiler cobrado al comerciante va incluida “la tajada” que hay que pagarle al inspector del gobierno para que “no actúe” ante las ilegalidades del caso.
El decálogo tiene variantes e ingredientes anexos, todo depende del ingenio y de las necesidades del momento. Pero es casi seguro que de los 60,000 presos que hay actualmente en la isla por delitos comunes, la mayoría pasó por alto algunas de estas normas, concebidas para el cubano (de la isla) posterior a 1959. Los actos corruptos de menor escala se originan en las empresas donde los controles administrativos son débiles o inexistentes. Dichas deficiencias existen en la mayoría de las empresas cubanas, pero más en las estatales que en las cooperativas, las mixtas o privadas. La injerencia estatal en la empresa influye. A más injerencia estatal, más corrupción en la empresa. Los actos corruptos más frecuentes son: robo, fraude, desfalcos y saqueo de materia prima, de productos intermedios o terminados, equipos, herramientas y de efectivo. Con lo obtenido ilegalmente se logra un beneficio personal, bien por el uso o disfrute del producto, bien mediante el trueque o venta en el mercado negro, ambas transacciones destinadas a generar una ganancia personal en especie o en efectivo, preferiblemente en dólares.
Frente a las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TDR), cualquier “cliente”
puede comprar de los vendedores callejeros que “operan” en las afueras cualquier producto que se venda dentro de la tienda, pudiendo además realizar la transacción en la moneda que disponga el cliente. El negocio supone una fluidez efectiva “de oferta y demanda” entre los vendedores ambulantes y los empleados de la tienda, generalmente en contubernio con el administrador.
La corrupción llega incluso hasta las puertas de la Sección de Intereses del Gobierno de los Estados Unidos, en La Habana, Cuba. Sus inmediaciones están custodiadas por la Policía Nacional Revolucionaria, pero un “listero” ubicado frente a la entrada -“que tiene porte de policía y siempre está vestido de civil”- utiliza “apuntadoras”, mujeres que venden el cupo para verse con el Cónsul norteamericano -entre 70 y 90 dólares por persona- para ser entrevistado ese día. El nacional interesado en “comprar el cupo” fue previamente “premiado” por la lotería de visas que da “la Embajada.” Durante la entrevista, el Cónsul decide si finalmente da la visa al “premiado” para que viaje legalmente a los Estados Unidos. La Oficina de Intereses solamente atiende un número fijo de personas por día laborable. Con anterioridad ha entregado la lista amplia de todos “los premiados” por lotería al gobierno cubano, para que éste los ordene en una secuencia de entrevistas para las próximas semanas.
Para evitar gastos, los más urgidos en comprar el “cupo de mañana” (o el de lo antes posible) son los premiados que no residen en La Habana, y entre ellos, “los del campo”.
En las instituciones gubernamentales también hay corrupción. En forma de pago de comisiones para agilizar procedimientos, obtener contratos, no pagar impuestos, incumplir regulaciones, obtener certificados de antecedentes penales,expediente de vivienda, una placa de rayos X falsa para el certificado médico u otros documentos etc. Por ejemplo, trabajadores de la Aduana del Aeropuerto Internacional José Martí indicaron que “el pase de marihuana no era raro entre oficiales, quienes también aceptan sobornos por introducir en la Isla equipos electrodomésticos o dólares falsos . El sector de la cultura, tampoco está exento. “Sobornar a funcionarios y representantes artísticos (del Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficos/ ICAIC) para poder actuar en lugares donde puedas obtener dólares se ha convertido en una práctica común”, dijo el guitarrista Yimi Alonso, integrante del Trío Ruvela.
“Es una actitud de sobrevivencia”.
De ahí le viene una especie de decálogo involuntario, inconsciente, que le sirve para subsistir en medio de sus desgracias:
1. Ocultar siempre lo que piensa.
2. Desconfiar hasta de su sombra. Cualquiera, conocido o no, puede ser confidente, alguien que lo “eche pa´lante” a uno si descubre que vende mangos o hierba buena.
3. Evitar la especialidad en el negocio. Ofrecer un día ropa interior, otro relojes, otro gomas de autos. Ampliar el espectro lo más que se pueda. El procedimiento desconcierta a los chivas.
4. Hacer negocios bien lejos del barrio y del centro de trabajo. Tal medida desconcierta a la policía.
5. No ser tacaño. “Tocar”, en lo posible, a los jefes de sectores de la policía, eso garantiza cierta seguridad porque la misma policía le cubre las espaldas a los implicados.
6. Evitar intermediarios. Muchos ojos y muchas manos hacen ruido en el sistema.
7. No ser avaricioso. Un buen negociante clandestino evita los negocios en grande. Es mejor poco a poco. Disimula más, gana menos, pero multiplica la seguridad.
8. Mantener la calidad, condición que permite lidiar con la competencia y merecer el prestigio entre la clientela, quien lo protegerá así más.
9. No mezclar los negocios con la familia, alguno involuntariamente, puede delatar al hablar más de la cuenta.
10. Ser ahorrativo, no gastárselo todo, dejar una reserva para cuando el negocio comience a quemarse y se imponga un descanso.
También hay actos corruptos de pequeña escala, o al por menor. En Cuba, este tipo de corrupción está en la calle, en el vecindario, en las empresas e instituciones
donde laboran los asalariados, en la economía de resistencia, en la cuentapropista y en el mercado negro. En Cuba se delinque profusamente. Es la versión popular de la corrupción generalizada. Sus transgresores la justifican por la carestía reinante. Está expresada en los mecanismos de supervivencia, todos informales, a los cuales el cubano medio se ve obligado a recurrir para lograr lo mínimo: subsistir. Los términos de “trapicheo”, “buscarse la vida”, “bisneo” y “sociolismo” identifican lo antes dicho a nivel de pueblo. Tiene sus propios agentes: “merolico”, “jinetero”, “guajimene”, “conecte”, “ratero”, “listero”, “colero”, etc. Para sus operaciones se abastecen principalmente de los activos del estado, bien sea por robo violento o porque los trabajadores y dirigentes de las instituciones y empresas estatales realizan la sustracción.
Además de los productos más frecuentes de la comida criolla cubana -arroz, frijoles, carne de cerdo y de res, huevo, yuca, malanga, etc.- el cubano de a pie “compra” en el mercado negro el aceite y la manteca, mariscos, ron, cerveza, medicina y hasta la gasolina. A veces estos productos no se consumen, sino que se usan como “moneda” en las transacciones de trueque.
Los mercados ilegales también son los preferidos para “adquirir” bienes y servicios tan diversos como la baja del servicio militar obligatorio, una computadora con su impresora, una dentadura postiza, la inscripción/cupo en las mejores escuelas técnicas y del nivel medio para evitar que el estudiante “vaya becado” y tenga que ir a vivir fuera de la casa, el conseguirse el cupo en lugares turísticos “exclusivos” para “trabajadores destacados” o el obtener el uniforme de escuela porque el anual “no lo dan” o “es insuficiente”. En este último caso, la tienda que los asigna podría “llevarlo a la casa”, dependiendo del “conecte”.
Ciertos negocios ilegales, de conocimiento popular, también suceden en zonas aledañas a las “vendutas” y “candongas”. Las personas retiradas que habitan en “casas grandes”, ubicadas cerca de estas plazas, alquilan ilegalmente “almacenes” para que los vendedores ambulantes de dichos mercados puedan guardar sus mercaderías y estantes en los días muertos. Dentro del alquiler cobrado al comerciante va incluida “la tajada” que hay que pagarle al inspector del gobierno para que “no actúe” ante las ilegalidades del caso.
El decálogo tiene variantes e ingredientes anexos, todo depende del ingenio y de las necesidades del momento. Pero es casi seguro que de los 60,000 presos que hay actualmente en la isla por delitos comunes, la mayoría pasó por alto algunas de estas normas, concebidas para el cubano (de la isla) posterior a 1959. Los actos corruptos de menor escala se originan en las empresas donde los controles administrativos son débiles o inexistentes. Dichas deficiencias existen en la mayoría de las empresas cubanas, pero más en las estatales que en las cooperativas, las mixtas o privadas. La injerencia estatal en la empresa influye. A más injerencia estatal, más corrupción en la empresa. Los actos corruptos más frecuentes son: robo, fraude, desfalcos y saqueo de materia prima, de productos intermedios o terminados, equipos, herramientas y de efectivo. Con lo obtenido ilegalmente se logra un beneficio personal, bien por el uso o disfrute del producto, bien mediante el trueque o venta en el mercado negro, ambas transacciones destinadas a generar una ganancia personal en especie o en efectivo, preferiblemente en dólares.
Frente a las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TDR), cualquier “cliente”
puede comprar de los vendedores callejeros que “operan” en las afueras cualquier producto que se venda dentro de la tienda, pudiendo además realizar la transacción en la moneda que disponga el cliente. El negocio supone una fluidez efectiva “de oferta y demanda” entre los vendedores ambulantes y los empleados de la tienda, generalmente en contubernio con el administrador.
La corrupción llega incluso hasta las puertas de la Sección de Intereses del Gobierno de los Estados Unidos, en La Habana, Cuba. Sus inmediaciones están custodiadas por la Policía Nacional Revolucionaria, pero un “listero” ubicado frente a la entrada -“que tiene porte de policía y siempre está vestido de civil”- utiliza “apuntadoras”, mujeres que venden el cupo para verse con el Cónsul norteamericano -entre 70 y 90 dólares por persona- para ser entrevistado ese día. El nacional interesado en “comprar el cupo” fue previamente “premiado” por la lotería de visas que da “la Embajada.” Durante la entrevista, el Cónsul decide si finalmente da la visa al “premiado” para que viaje legalmente a los Estados Unidos. La Oficina de Intereses solamente atiende un número fijo de personas por día laborable. Con anterioridad ha entregado la lista amplia de todos “los premiados” por lotería al gobierno cubano, para que éste los ordene en una secuencia de entrevistas para las próximas semanas.
Para evitar gastos, los más urgidos en comprar el “cupo de mañana” (o el de lo antes posible) son los premiados que no residen en La Habana, y entre ellos, “los del campo”.
En las instituciones gubernamentales también hay corrupción. En forma de pago de comisiones para agilizar procedimientos, obtener contratos, no pagar impuestos, incumplir regulaciones, obtener certificados de antecedentes penales,expediente de vivienda, una placa de rayos X falsa para el certificado médico u otros documentos etc. Por ejemplo, trabajadores de la Aduana del Aeropuerto Internacional José Martí indicaron que “el pase de marihuana no era raro entre oficiales, quienes también aceptan sobornos por introducir en la Isla equipos electrodomésticos o dólares falsos . El sector de la cultura, tampoco está exento. “Sobornar a funcionarios y representantes artísticos (del Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficos/ ICAIC) para poder actuar en lugares donde puedas obtener dólares se ha convertido en una práctica común”, dijo el guitarrista Yimi Alonso, integrante del Trío Ruvela.
“Es una actitud de sobrevivencia”.
La corrupción en Cuba. Dando datos.
Al igual que en otros países -autoritarios o con dictaduras- en Cuba la corrupción es consustancial a la forma discrecional y subjetiva en que se ejerce el poder.
Como en otras naciones del Tercer Mundo, en Cuba prevalece un descontrol sobre las inversiones y gastos estatales. En el caso cubano, las condiciones anteriores quedan magnificadas por tres atributos propios:
1) el sistema político cubano opera sin competencia interna oficial, ni
mecanismos de relevo pacífico en la dirigencia del país,
2) la economía cubana es básicamente estatal, de comando central en un Estado hipertrofiado, sin que en el sistema de gobierno, a pesar de su populismo, se haya institucionalizado en la sociedad civil procedimientos y actividades para la rendición de cuentas sobre la gestión pública. “La ejecución del oficio de gobernar en secreto, dando como bueno y suficiente lo que se quiere informar, rechazando con desdén represivo todo intento de escrutinio independiente, no son elementos que tranquilicen, especialmente a las finanzas públicas”.
3) Como Estado maximilista de pretensiones totalitarias opera con una sociedad civil emergente y reprimida, y una sociedad política unipartidista, y por ambas razones, padece de baja legitimidad. No le rinde cuentas a las “bases duras” de la sociedad cubana –las sociales, públicas no gubernamentales. Su escasa legitimidad queda reducida en las “bases blandas” de la sociedad cubana–las sociales, públicas gubernamentales: la dirigencia, Partido único, organizaciones de masas, prensa y otros medios de comunicación.
Los actos más frecuentes de corrupción mayor en Cuba son: sobornos, robo de activos, proteger a “poderosos” fugitivos de la justicia de otros países, narcotráfico, falsificación de dólares, venta de pasaportes, de visas y salida ilegal del país, de obras de arte pertenecientes al patrimonio nacional, contrabando de mercancías y valores, legalización de activos de dudosa procedencia (blanqueo del “dinero negro”),
excepciones en la aplicación de las leyes y normativas establecidas, disfrute y consumo
gratuito por funcionarios y políticos de bienes y servicios en instituciones y empresas públicas o sociales, etc. Los agentes más susceptibles de cometer actos corruptos de mayor envergadura, por acción u omisión, son el mismo Jefe del Gobierno, su “primer círculo”, los ministros, los jerarcas y administradores centrales del Partido, los militares superiores al frente de sectores claves -azúcar y empresas industriales y turísticas- y los burgo-socialistas, empresarios que actúan como si los “negocios estatales” que dirigen fueran de ellos. Estas prácticas se hicieron algo evidentes en los casos del General Ochoa y los hermanos de la Guardia; en los “empayamamientos” de Efigenio Amejeiras, del ideólogo Carlos Aldana y el affaire de “Robertico” Robaina, con la súbita salida del cargo de canciller; y en la limpieza hecha en el sector turístico en 1999, cuando cayeron Mirta Rosa, Directora de Publicitur, Manuel Limonta, Director del Centro de Biotecnología, José Manuel Manresa, Director de Cubalse, Luis Manuel Cantillo, Presidente de Rumbos13 , Andrés Soberón, Jefe de la División Hotelera de Cubanacán y un grupo de generales del ejército cubano.
Todos ellos tienen algo en común al tratarse de cubanos. Cada vez que un destacado personaje del gobierno pierde la protección de la dirigencia, es defenestrado de su cargo, evidenciando que el poder cubano usa el combate a la corrupción para realizar purgas políticas contra aquellos que se le vuelven “desleales”. Mientras que el corrupto es fiel a la dirigencia vive protegido por la impunidad reinante, pero su suerte cambia una vez que “entre en desgracia”. Adquieren “vigencia” los rumores de la calle relacionados con el “ descontrol económico” y “problemas morales”–con frecuencia reconocidos oficialmente— o el “mal manejo de los recursos”, “aceptar regalos”, “cobro de comisiones”, etc. –que pocas veces aparece en el comunicado oficial circulado al efecto. Irónicamente, antes que la renuncia o el despido se hicieran públicos, “la calle” ya hablaba del caso en los mismos términos porque el ahora “caído” llevaba años de lujos y excesos. Y era vox populi que la corrupción estaba detrás de esa aparatosa vida.
Sin embargo, el oficialismo da otra razón pública para las purgas y no el pase de cuentas por la desafección política. Las purgas se hacen, dicen, para “salvaguardar los principios revolucionarios.” Exceptuando el episodio del “juicio” del General Ochoa, raras veces la alta corrupción aflora en la prensa nacional; cuando se conocen, es por la prensa internacional. De hecho, sólo en más de cuatro décadas dos ministros han perdido sus puestos por corruptos. Olvidando su propia historia, según el oficialismo, el fenómeno de la corrupción comenzó en Cuba desde principios de la década de los 90, con las reformas “capitalistas” hechas para salvar al socialismo,cuando se autorizaron las inversiones extranjeras en la Isla y se constituyeron las empresas mixtas, liberando de toda culpa por ello al régimen imperante y a su dirigencia.
Desde antes de 1986, Fidel Castro, en persona, maneja las altas finanzas dolarizadas del régimen a través de las “Reservas del Comandante”. A dichas cuentas fueron a parar los fondos soviéticos que cubrían las operaciones militares cubanas en África y otros continentes, las actividades subversivas de la empresa CIMEX, creada en 1979 como la primera Sociedad Anónima cubana bajo el control del Ministerio del Interior, que después fue reemplazada por el Departamento de Moneda Convertible (MC), unidad del mismo Ministerio que dirigía Antonio (Tony) de la Guardia, condenado y fusilado en la Causa Ochoa. Como durante el «período especial» efectivo desde 1990, Castro sigue usando sus reservas, y realiza ahora inversiones directas en “los sectores de punta” de la economía cubana: biotecnología, productos farmacéuticos y turismo.
Los hermanos Fidel y Raúl Castro y el yerno de éste, Luis Alberto Rodríguez, controlan directamente un auténtico imperio económico en Cuba de empresas anónimas montadas sobre las empresas y organismos estatales, y estratégicamente ubicado en los sectores más productivos de divisas. Delfín Fernández, ex miembro de los servicios de contrainteligencia del régimen, bajo el alias del agente Otto, ha revelado en exclusiva a Diario 16 de España , el organigrama de las empresas controladas por Raúl Castro, así como sus conexiones con empresarios extranjeros y movimientos de divisas en el exterior. Esas empresas conforman el Grupo de Administración Empresarial/GAESA, cuya junta directiva la encabeza el General de División Julio Casas Regueiro, primer sustituto de Raúl Castro y su hombre de confianza.
Teóricamente, GAESA pertenece a las Fuerzas Armadas con el fin de recaudar divisas. Pero nada tiene que ver con lo que se podría llamar el holding estatal.
Está controlada directamente por su director general con poder ejecutivo, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, casado con Déborah Castro Espín, la hija mayor de Raúl.
Desde GAESA, se evade el dinero para el extranjero. El dinero como tal no pasa nunca por las arcas del Estado; va en paralelo a la economía del país…. El grupo es gigantesco: factura casi mil millones de dólares al año. Entre las empresas asociadas al grupo GAESA está Gaviota (turismo, con 41 hoteles), Aerogaviota S.A. (flota de aviones y helicópteros, con sede en la Base Militar de Baracoa, en La Habana)Agrotex S.A. (agricultura y ganadería), Tecnotex (importadora y exportadora de las empresas del Grupo), Almest16 S.A. (inmobiliaria), Almacenes Universales S.A. (comercio exterior e interior, con zonas francas), Antex S.A. (empresa “tapadera” para introducir en el extranjero espías de Contrainteligencia Militar/CIM), Sermar S.A. (reparaciones navales, búsqueda de tesoros en el mar y Complejo Histórico- Militar Morro Cabaña), Sasa S.A. (sector automovilístico y red de gasolineras), Tiendas de Recuperación de Divisas Caribe (400 tiendas en Cuba), GeoCuba (geodesía y cartografía), Empresas de Servicios La Marina (seguridad y mantenimiento del personal de apoyo de GAESA) y el Departamento VI de la CIM (órgano de control del Grupo que aplica el espionaje a todo el personal que trabaja en el holding). Con informaciones de otras fuentes de contra inteligencia cubana, en el reportaje del
Diario 16 se afirma que “el Comandante” tiene cuentas personales cifradas en dos Bancos Suizos (Banco Financiero Internacional y Banco Cantonal de Ginebra) y que a través de ellos se manejan las complejas operaciones de salida de dinero de Cuba . Por tanto los informes de FORBES sobre la fortuna de Fidel son ciertos.
A pesar de todo este vasto complejo empresarial privado operando sobre el gubernamental, en marzo del 2001 se dio a conocer por las autoridades cubanas el segundo acto corrupto, hecho público que ha provocado el cese de un ministro del gabinete, el de la Pesca, Orlando Rodríguez Romay. Su separación del cargo se debió “a la aceptación de comisiones y obsequios inadmisibles con la ética de los cuadros del estado y el gobierno”. Fueron involucrados varios funcionarios más, entre ellos el mismo hermano del ministro, a quien de hecho se destituyó oficialmente por «falta de control», y no por corrupto. Inmediatamente el comunicado oficial exime al fidelismo… “se trata de actos aislados que sólo atañen a los involucrados”
Como en otras naciones del Tercer Mundo, en Cuba prevalece un descontrol sobre las inversiones y gastos estatales. En el caso cubano, las condiciones anteriores quedan magnificadas por tres atributos propios:
1) el sistema político cubano opera sin competencia interna oficial, ni
mecanismos de relevo pacífico en la dirigencia del país,
2) la economía cubana es básicamente estatal, de comando central en un Estado hipertrofiado, sin que en el sistema de gobierno, a pesar de su populismo, se haya institucionalizado en la sociedad civil procedimientos y actividades para la rendición de cuentas sobre la gestión pública. “La ejecución del oficio de gobernar en secreto, dando como bueno y suficiente lo que se quiere informar, rechazando con desdén represivo todo intento de escrutinio independiente, no son elementos que tranquilicen, especialmente a las finanzas públicas”.
3) Como Estado maximilista de pretensiones totalitarias opera con una sociedad civil emergente y reprimida, y una sociedad política unipartidista, y por ambas razones, padece de baja legitimidad. No le rinde cuentas a las “bases duras” de la sociedad cubana –las sociales, públicas no gubernamentales. Su escasa legitimidad queda reducida en las “bases blandas” de la sociedad cubana–las sociales, públicas gubernamentales: la dirigencia, Partido único, organizaciones de masas, prensa y otros medios de comunicación.
Los actos más frecuentes de corrupción mayor en Cuba son: sobornos, robo de activos, proteger a “poderosos” fugitivos de la justicia de otros países, narcotráfico, falsificación de dólares, venta de pasaportes, de visas y salida ilegal del país, de obras de arte pertenecientes al patrimonio nacional, contrabando de mercancías y valores, legalización de activos de dudosa procedencia (blanqueo del “dinero negro”),
excepciones en la aplicación de las leyes y normativas establecidas, disfrute y consumo
gratuito por funcionarios y políticos de bienes y servicios en instituciones y empresas públicas o sociales, etc. Los agentes más susceptibles de cometer actos corruptos de mayor envergadura, por acción u omisión, son el mismo Jefe del Gobierno, su “primer círculo”, los ministros, los jerarcas y administradores centrales del Partido, los militares superiores al frente de sectores claves -azúcar y empresas industriales y turísticas- y los burgo-socialistas, empresarios que actúan como si los “negocios estatales” que dirigen fueran de ellos. Estas prácticas se hicieron algo evidentes en los casos del General Ochoa y los hermanos de la Guardia; en los “empayamamientos” de Efigenio Amejeiras, del ideólogo Carlos Aldana y el affaire de “Robertico” Robaina, con la súbita salida del cargo de canciller; y en la limpieza hecha en el sector turístico en 1999, cuando cayeron Mirta Rosa, Directora de Publicitur, Manuel Limonta, Director del Centro de Biotecnología, José Manuel Manresa, Director de Cubalse, Luis Manuel Cantillo, Presidente de Rumbos13 , Andrés Soberón, Jefe de la División Hotelera de Cubanacán y un grupo de generales del ejército cubano.
Todos ellos tienen algo en común al tratarse de cubanos. Cada vez que un destacado personaje del gobierno pierde la protección de la dirigencia, es defenestrado de su cargo, evidenciando que el poder cubano usa el combate a la corrupción para realizar purgas políticas contra aquellos que se le vuelven “desleales”. Mientras que el corrupto es fiel a la dirigencia vive protegido por la impunidad reinante, pero su suerte cambia una vez que “entre en desgracia”. Adquieren “vigencia” los rumores de la calle relacionados con el “ descontrol económico” y “problemas morales”–con frecuencia reconocidos oficialmente— o el “mal manejo de los recursos”, “aceptar regalos”, “cobro de comisiones”, etc. –que pocas veces aparece en el comunicado oficial circulado al efecto. Irónicamente, antes que la renuncia o el despido se hicieran públicos, “la calle” ya hablaba del caso en los mismos términos porque el ahora “caído” llevaba años de lujos y excesos. Y era vox populi que la corrupción estaba detrás de esa aparatosa vida.
Sin embargo, el oficialismo da otra razón pública para las purgas y no el pase de cuentas por la desafección política. Las purgas se hacen, dicen, para “salvaguardar los principios revolucionarios.” Exceptuando el episodio del “juicio” del General Ochoa, raras veces la alta corrupción aflora en la prensa nacional; cuando se conocen, es por la prensa internacional. De hecho, sólo en más de cuatro décadas dos ministros han perdido sus puestos por corruptos. Olvidando su propia historia, según el oficialismo, el fenómeno de la corrupción comenzó en Cuba desde principios de la década de los 90, con las reformas “capitalistas” hechas para salvar al socialismo,cuando se autorizaron las inversiones extranjeras en la Isla y se constituyeron las empresas mixtas, liberando de toda culpa por ello al régimen imperante y a su dirigencia.
Desde antes de 1986, Fidel Castro, en persona, maneja las altas finanzas dolarizadas del régimen a través de las “Reservas del Comandante”. A dichas cuentas fueron a parar los fondos soviéticos que cubrían las operaciones militares cubanas en África y otros continentes, las actividades subversivas de la empresa CIMEX, creada en 1979 como la primera Sociedad Anónima cubana bajo el control del Ministerio del Interior, que después fue reemplazada por el Departamento de Moneda Convertible (MC), unidad del mismo Ministerio que dirigía Antonio (Tony) de la Guardia, condenado y fusilado en la Causa Ochoa. Como durante el «período especial» efectivo desde 1990, Castro sigue usando sus reservas, y realiza ahora inversiones directas en “los sectores de punta” de la economía cubana: biotecnología, productos farmacéuticos y turismo.
Los hermanos Fidel y Raúl Castro y el yerno de éste, Luis Alberto Rodríguez, controlan directamente un auténtico imperio económico en Cuba de empresas anónimas montadas sobre las empresas y organismos estatales, y estratégicamente ubicado en los sectores más productivos de divisas. Delfín Fernández, ex miembro de los servicios de contrainteligencia del régimen, bajo el alias del agente Otto, ha revelado en exclusiva a Diario 16 de España , el organigrama de las empresas controladas por Raúl Castro, así como sus conexiones con empresarios extranjeros y movimientos de divisas en el exterior. Esas empresas conforman el Grupo de Administración Empresarial/GAESA, cuya junta directiva la encabeza el General de División Julio Casas Regueiro, primer sustituto de Raúl Castro y su hombre de confianza.
Teóricamente, GAESA pertenece a las Fuerzas Armadas con el fin de recaudar divisas. Pero nada tiene que ver con lo que se podría llamar el holding estatal.
Está controlada directamente por su director general con poder ejecutivo, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, casado con Déborah Castro Espín, la hija mayor de Raúl.
Desde GAESA, se evade el dinero para el extranjero. El dinero como tal no pasa nunca por las arcas del Estado; va en paralelo a la economía del país…. El grupo es gigantesco: factura casi mil millones de dólares al año. Entre las empresas asociadas al grupo GAESA está Gaviota (turismo, con 41 hoteles), Aerogaviota S.A. (flota de aviones y helicópteros, con sede en la Base Militar de Baracoa, en La Habana)Agrotex S.A. (agricultura y ganadería), Tecnotex (importadora y exportadora de las empresas del Grupo), Almest16 S.A. (inmobiliaria), Almacenes Universales S.A. (comercio exterior e interior, con zonas francas), Antex S.A. (empresa “tapadera” para introducir en el extranjero espías de Contrainteligencia Militar/CIM), Sermar S.A. (reparaciones navales, búsqueda de tesoros en el mar y Complejo Histórico- Militar Morro Cabaña), Sasa S.A. (sector automovilístico y red de gasolineras), Tiendas de Recuperación de Divisas Caribe (400 tiendas en Cuba), GeoCuba (geodesía y cartografía), Empresas de Servicios La Marina (seguridad y mantenimiento del personal de apoyo de GAESA) y el Departamento VI de la CIM (órgano de control del Grupo que aplica el espionaje a todo el personal que trabaja en el holding). Con informaciones de otras fuentes de contra inteligencia cubana, en el reportaje del
Diario 16 se afirma que “el Comandante” tiene cuentas personales cifradas en dos Bancos Suizos (Banco Financiero Internacional y Banco Cantonal de Ginebra) y que a través de ellos se manejan las complejas operaciones de salida de dinero de Cuba . Por tanto los informes de FORBES sobre la fortuna de Fidel son ciertos.
A pesar de todo este vasto complejo empresarial privado operando sobre el gubernamental, en marzo del 2001 se dio a conocer por las autoridades cubanas el segundo acto corrupto, hecho público que ha provocado el cese de un ministro del gabinete, el de la Pesca, Orlando Rodríguez Romay. Su separación del cargo se debió “a la aceptación de comisiones y obsequios inadmisibles con la ética de los cuadros del estado y el gobierno”. Fueron involucrados varios funcionarios más, entre ellos el mismo hermano del ministro, a quien de hecho se destituyó oficialmente por «falta de control», y no por corrupto. Inmediatamente el comunicado oficial exime al fidelismo… “se trata de actos aislados que sólo atañen a los involucrados”
La corrupción en Cuba. Sentando las Bases.
¿En qué consiste la corrupción fuera del capitalismo? ¿Cual es la definición de corrupción , para empezar?
En América Latina, siguiendo los partidos políticos y los grandes grupos empresariales son fuentes importantes de corrupción. Estos estimulan y provocan prácticas irregulares en sus gobiernos para obtener regulaciones favorables, ubicar a personas que están a su servicio en puestos claves o restringir el acceso o la consolidación de competidores.en América Latina.
Por eso no es fiable usar el índice de percepción de la corrupción (IPC) que anualmente prepara la organización no gubernamental Transparencia Internacional. En 2003 Cuba quedó así :
Chile 7.4
Uruguay 5.5
Cuba 4.6
Costa Rica 4.3
Brasil 3.9
Cuanto más alto el número, mayor la transparencia contable; de modo que Cuba quedaba sobre Costa Rica o Brasil.
Sin embargo debe cuestionarse hasta que punto son comparables los resultados en un país que no funciona en base al modelo de economía de mercado que prevalece en el resto de la región. En Cuba, por ejemplo, no puede hablarse en los mismos términos sobre la corrupción en los procesos de contratación entre el Estado y el sector privado, porque la mayor parte del sector productivo y comercial está bajo el control o es propiedad del mismo Estado.
Tampoco son aplicables las teorías o enfoques que se utilizan para analizar la corrupción política en América Latina, porque estas en su mayoría parten del supuesto de que existen varios partidos políticos que se enfrentan periódicamente en procesos electorales y requieren fuentes de financiamiento privado para sostenerse y cubrir los costos de sus campañas.
Comprender el problema de la corrupción en Cuba implica generar un nuevo entendimiento, que necesariamente debe ir mucho más allá de los conceptos y teorías que se utilizan actualmente en América Latina o en el mundo anglosajón. Exige identificar relaciones de poder mucho más profundas y sustanciales, que no necesariamente se reflejan o dependen de los aspectos formales de un sistema político o económico. Implica ver más allá de las superficiales diferencias que normalmente se hacen entre las “democracias” de América Latina y la dictadura cubana.
Sin importar el sistema político o económico que reine en un país o en una institución, la corrupción puede definirse como el uso incorrecto que hacen los representantes de una colectividad, de las facultades o recursos que les han sido asignados o de los que se han apropiado para beneficiar a grupos de poder. Las prácticas de corrupción equivalen a transgresiones en contra de los representados o de la colectividad, y producen afectación a los derechos de estos y exclusión para usar y beneficiarse de los espacios colectivos, sean estos el gobierno, el mercado, los medios de comunicación u otros.
Lo que ha hecho la dictadura encabezada por Fidel Castro es precisamente apropiarse de los espacios colectivos de los cubanos, suprimir sus libertades y mantenerse en el poder sin importar el costo y los daños para su país.
Esta visión acerca del problema de la corrupción nos lleva a inferir que el régimen cubano está afectado por la corrupción en su esencia misma. Pero a la vez nos obliga a reconocer y a señalar que el modelo de democracia que le proponen y exigen a Cuba países como Estados Unidos y varios de sus aliados latinoamericanos no son una solución.
Las “glorias” del socialismo, de la revolución, en el campo del deporte, la educación y la salud, tienen una vieja tradición cubana. Usted puede estar bien vestido, si utiliza todo su dinero en ropa y vive en una vivienda mala y se alimenta mal. Eso es lo que hacían los estudiantes revolucionarios, los pobres pretenciosos que salían a la calle con ropa de “domingo” antes de 1959. Es la cultura española del hidalgo y el pícaro. El régimen utiliza el “producto social bruto” para encubrir la incapacidad de proporcionar bienestar personal, propiedad privada y derechos humanos a la población.
La verdadera aspiración de la sociedad consiste en ofrecer un alto nivel de educación y salud sin eliminar los derechos civiles y políticos, las libertades individuales, el derecho a la propiedad privada. El régimen nunca pudo satisfacer estas demandas.
Una vez terminada la ilusión, Cuba vuelve a la realidad. Esto podría disgustar a muchos. Unos porque se niegan debilitado a ver al régimen con pretensiones imperiales ; otros porque defienden esa ilusión de grandeza, de zapatos nuevos mandados de Miami y estómago vacío, cadena de oro al cuello y catre por cama. Hay quienes dicen que si en Cuba ya no hay autoritarismo eso equivale a decir que en la isla hay democracia.
Es esencial reconocer la existencia de la clase media cubana donde quiera que se encuentre, porque es la clase que realiza los cambios sociales. De hecho, es esta clase la más preparada para llevar a cabo el proceso de auditoría social en un futuro . ¿Por qué muchos académicos no “ven” a nuestra clase media en la isla? Porque nuestra burguesía no se presenta bajo los estereotipos tradicionales.
Es una capa delgada de la sociedad. Tiene éxito precisamente porque es “transparente”, es decir, aparece travestida con los disfraces más feroces o inocentes ante la mirada del observador casual. Charreteras militares, carnés del partido, guayaberas, y apretados pantalones cortos de mujer, “licras”, encubren toda una fuerza productiva que el estadogobierno utiliza como poleas de transmisión del poder, pero vigila y reprime económicamente.
Como en toda sociedad autoritaria, la mayoría de los cubanos son mitad virtuosos y mitad pecadores. En silencio, en sus espacios privados “pecan” toda la semana, pero el domingo asisten a las actividades políticas ordenadas por el gobierno. El “camuflaje” que los ayuda a supervivir dificulta por otra parte que ninguna fuerza les preste solidaridad. La “familia” en el poder (aristocracia) solo ve en ellos la amenaza de quienes quieren “igualarse” con los poderosos. La población los envidia y rechaza porque los percibe como “privilegiados”. Los exiliados rechazan a unos por su pública adhesión al régimen, a otros por su inmoralidad, a otros por su tibieza.
Los compañeros-empresarios participan en la corrupción grande (la “mala” porque sostiene a la aristocracia y no distribuye la riqueza) por
la mañana, pero por la noche utilizan su influencia para impulsar una economía paralela.
El bajo clero burocrático, los pequeños burgueses que participan en la corrupción pequeña (la “buena”, porque crea riquezas y más clase media), hacen maravillas con las “sobras” que dejan los grandes negocios de la “familia” en el poder.
El régimen ha creado un ministerio para perseguir la corrupción, esto indica las dimensiones de la corrupción en el país. Pero desafortunadamente, al igual que en los países latinoamericanos, la corrupción que se combate es la “buena”, la que crea riquezas y burguesía, la de los que superviven por debajo de la ley. El Período Especial destapó el deseo de “democratizar” la modernidad que disfrutaba solo la “familia” gobernante y ahora no lo puede satisfacer sin producir cambios fundamentales. El ministerio que vigila la corrupción es uno de los organismos encargados de evitar que los cubanos tengan derecho a disfrutar de los beneficios del mundo moderno y democrático: derecho a propiedad privada, libertad de expresión, de viajar, de asociación y reunión, entre otros.
Finalmente, esta nueva burguesía carece, como en otros tiempos, y como también sucede en América Latina, de conciencia de clase, como diría Karl Marx. Ve en los privilegios que otorga la “familia” la única fuente de supervivencia. No se considera con fuerza suficiente para defender sus propios intereses. Se siente cómplice política del régimen y culpable moralmente por el modo en que obtiene sus “riquezas”, y hasta hace poco terminaba defendiendo el status quo.
La corrupción no empezó en la Cuba fidelista de un virus capitalista que se fue colando por las fisuras o decadencia del socialismo. Ni tampoco nació por las reformas económicas que impuso al régimen la desaparición del comunismo. Ambas son explicaciones simplistas, contrarias a la realidad y la historia. Desde que la dirigencia revolucionaria llegó al poder en 1959, manejó los recursos del Estado cubano en forma patrimonial. Usó y se apropió de bienes públicos para beneficio personal. El mismo Fidel fomentaba tales vicios, cuando a los pocos meses de estar en el poder, “por razones de seguridad”, vivía en varias residencias, cuyos “fugitivos” dueños eran conocidos malversadores del erario público; mantenía estilos de vida que contrastaban con la espartana prédica revolucionaria y le regaló mansiones, yates y carros de lujo a sus protegidos y allegados, todos bienes supuestamente “recuperados” del batistato, antiguo régimen recién depuesto.
Ya en los primeros años de la Era Revolucionaria recibir un Rolex, resistente al agua, del Máximo Líder pasó a ser un símbolo de la “generosidad del gobernante” con sus “siempre fieles”. Dentro de la actual sociedad cubana la corrupción no es la excepción, sino la norma. La corrupción en Cuba se encuentra tan amplia como arraigada. Es un fenómeno estatal que desciende desde lo alto de la organización gubernamental hasta los más humildes estratos de la sociedad. Es un modelo paradigmático que se ejecuta por un simple impulso imitativo . La Cuba socialista es una sociedad delictual donde el delito opera en dos vertientes básicas. Por una parte, el delito es tenido por el
Estado cubano y utilizado por él como una forma de gobierno. Y por la otra, es asumido por la población como un medio de subsistencia . Por ello, la corrupción llega a todos los niveles, gubernamental y no gubernamental, estatal y no estatal; privado, mixto y público; burocrático y político. Afecta a leales, neutrales y opositores del sistema. Se encuentra en empresas grandes, pequeñas, medianas y micro, no importa que sean centralizadas o descentralizadas, formales o informales.
Para mí, el mayor delito y la mayor inmoralidad es practicar el colonialismo interno, es decir, en tiempo la materia prima se procesaba en la metrópolis y se revendía al productor; hoy el producto del productor llega al productor si desde fuera y con divisa le hacen la compra; de ese modo se enriquece el gobernante con el sudor del pueblo. Esta venta tiene lugar tanto en las llamadas shoppings como en Internet, en páginas como Regalos a Cuba. Si la razón de este ingreso de divisa fuera adquirir para el pueblo con ella, la argucia podría tener hasta su gracia. Pero ésto queda descartado visto el lamentable estado de los hospitales cubanos, de las calles , del mal uso que se da al cemento, al yeso, etc.
Es muy improbable que un turista caiga en un hospital cubano o se "pierda" por las cochambrosas calles de La Habana, sin agua corriente ni electricidad.
Los desvios de recursos sobre todo de comida han de consentirse no por piedad de relajar la rígida norma socialista, sino para justificar la propia corrupción y desvío de recursos al área dolar y fomentar la demanda al familiar extranjero de insumos y remesas cuyo pago supone una entrada directa de divisa a los generales empresarios. Mucha de la la investigación del ministerio anticorrupción se hace para controlar a los listos que le roben a Ramiro Valdés demasiada venta. Todos estos hijos de su madre deben de tener su gallinita echada en Suiza preparando su huída, si les da tiempo antes que Raúl apriete el botón nuclear cuando el agua del cambio les llegue al Palo Mayor.
Tomado en parte de un estudio sobre auditorias futuras en Cuba.
En América Latina, siguiendo los partidos políticos y los grandes grupos empresariales son fuentes importantes de corrupción. Estos estimulan y provocan prácticas irregulares en sus gobiernos para obtener regulaciones favorables, ubicar a personas que están a su servicio en puestos claves o restringir el acceso o la consolidación de competidores.en América Latina.
Por eso no es fiable usar el índice de percepción de la corrupción (IPC) que anualmente prepara la organización no gubernamental Transparencia Internacional. En 2003 Cuba quedó así :
Chile 7.4
Uruguay 5.5
Cuba 4.6
Costa Rica 4.3
Brasil 3.9
Cuanto más alto el número, mayor la transparencia contable; de modo que Cuba quedaba sobre Costa Rica o Brasil.
Sin embargo debe cuestionarse hasta que punto son comparables los resultados en un país que no funciona en base al modelo de economía de mercado que prevalece en el resto de la región. En Cuba, por ejemplo, no puede hablarse en los mismos términos sobre la corrupción en los procesos de contratación entre el Estado y el sector privado, porque la mayor parte del sector productivo y comercial está bajo el control o es propiedad del mismo Estado.
Tampoco son aplicables las teorías o enfoques que se utilizan para analizar la corrupción política en América Latina, porque estas en su mayoría parten del supuesto de que existen varios partidos políticos que se enfrentan periódicamente en procesos electorales y requieren fuentes de financiamiento privado para sostenerse y cubrir los costos de sus campañas.
Comprender el problema de la corrupción en Cuba implica generar un nuevo entendimiento, que necesariamente debe ir mucho más allá de los conceptos y teorías que se utilizan actualmente en América Latina o en el mundo anglosajón. Exige identificar relaciones de poder mucho más profundas y sustanciales, que no necesariamente se reflejan o dependen de los aspectos formales de un sistema político o económico. Implica ver más allá de las superficiales diferencias que normalmente se hacen entre las “democracias” de América Latina y la dictadura cubana.
Sin importar el sistema político o económico que reine en un país o en una institución, la corrupción puede definirse como el uso incorrecto que hacen los representantes de una colectividad, de las facultades o recursos que les han sido asignados o de los que se han apropiado para beneficiar a grupos de poder. Las prácticas de corrupción equivalen a transgresiones en contra de los representados o de la colectividad, y producen afectación a los derechos de estos y exclusión para usar y beneficiarse de los espacios colectivos, sean estos el gobierno, el mercado, los medios de comunicación u otros.
Lo que ha hecho la dictadura encabezada por Fidel Castro es precisamente apropiarse de los espacios colectivos de los cubanos, suprimir sus libertades y mantenerse en el poder sin importar el costo y los daños para su país.
Esta visión acerca del problema de la corrupción nos lleva a inferir que el régimen cubano está afectado por la corrupción en su esencia misma. Pero a la vez nos obliga a reconocer y a señalar que el modelo de democracia que le proponen y exigen a Cuba países como Estados Unidos y varios de sus aliados latinoamericanos no son una solución.
Las “glorias” del socialismo, de la revolución, en el campo del deporte, la educación y la salud, tienen una vieja tradición cubana. Usted puede estar bien vestido, si utiliza todo su dinero en ropa y vive en una vivienda mala y se alimenta mal. Eso es lo que hacían los estudiantes revolucionarios, los pobres pretenciosos que salían a la calle con ropa de “domingo” antes de 1959. Es la cultura española del hidalgo y el pícaro. El régimen utiliza el “producto social bruto” para encubrir la incapacidad de proporcionar bienestar personal, propiedad privada y derechos humanos a la población.
La verdadera aspiración de la sociedad consiste en ofrecer un alto nivel de educación y salud sin eliminar los derechos civiles y políticos, las libertades individuales, el derecho a la propiedad privada. El régimen nunca pudo satisfacer estas demandas.
Una vez terminada la ilusión, Cuba vuelve a la realidad. Esto podría disgustar a muchos. Unos porque se niegan debilitado a ver al régimen con pretensiones imperiales ; otros porque defienden esa ilusión de grandeza, de zapatos nuevos mandados de Miami y estómago vacío, cadena de oro al cuello y catre por cama. Hay quienes dicen que si en Cuba ya no hay autoritarismo eso equivale a decir que en la isla hay democracia.
Es esencial reconocer la existencia de la clase media cubana donde quiera que se encuentre, porque es la clase que realiza los cambios sociales. De hecho, es esta clase la más preparada para llevar a cabo el proceso de auditoría social en un futuro . ¿Por qué muchos académicos no “ven” a nuestra clase media en la isla? Porque nuestra burguesía no se presenta bajo los estereotipos tradicionales.
Es una capa delgada de la sociedad. Tiene éxito precisamente porque es “transparente”, es decir, aparece travestida con los disfraces más feroces o inocentes ante la mirada del observador casual. Charreteras militares, carnés del partido, guayaberas, y apretados pantalones cortos de mujer, “licras”, encubren toda una fuerza productiva que el estadogobierno utiliza como poleas de transmisión del poder, pero vigila y reprime económicamente.
Como en toda sociedad autoritaria, la mayoría de los cubanos son mitad virtuosos y mitad pecadores. En silencio, en sus espacios privados “pecan” toda la semana, pero el domingo asisten a las actividades políticas ordenadas por el gobierno. El “camuflaje” que los ayuda a supervivir dificulta por otra parte que ninguna fuerza les preste solidaridad. La “familia” en el poder (aristocracia) solo ve en ellos la amenaza de quienes quieren “igualarse” con los poderosos. La población los envidia y rechaza porque los percibe como “privilegiados”. Los exiliados rechazan a unos por su pública adhesión al régimen, a otros por su inmoralidad, a otros por su tibieza.
Los compañeros-empresarios participan en la corrupción grande (la “mala” porque sostiene a la aristocracia y no distribuye la riqueza) por
la mañana, pero por la noche utilizan su influencia para impulsar una economía paralela.
El bajo clero burocrático, los pequeños burgueses que participan en la corrupción pequeña (la “buena”, porque crea riquezas y más clase media), hacen maravillas con las “sobras” que dejan los grandes negocios de la “familia” en el poder.
El régimen ha creado un ministerio para perseguir la corrupción, esto indica las dimensiones de la corrupción en el país. Pero desafortunadamente, al igual que en los países latinoamericanos, la corrupción que se combate es la “buena”, la que crea riquezas y burguesía, la de los que superviven por debajo de la ley. El Período Especial destapó el deseo de “democratizar” la modernidad que disfrutaba solo la “familia” gobernante y ahora no lo puede satisfacer sin producir cambios fundamentales. El ministerio que vigila la corrupción es uno de los organismos encargados de evitar que los cubanos tengan derecho a disfrutar de los beneficios del mundo moderno y democrático: derecho a propiedad privada, libertad de expresión, de viajar, de asociación y reunión, entre otros.
Finalmente, esta nueva burguesía carece, como en otros tiempos, y como también sucede en América Latina, de conciencia de clase, como diría Karl Marx. Ve en los privilegios que otorga la “familia” la única fuente de supervivencia. No se considera con fuerza suficiente para defender sus propios intereses. Se siente cómplice política del régimen y culpable moralmente por el modo en que obtiene sus “riquezas”, y hasta hace poco terminaba defendiendo el status quo.
La corrupción no empezó en la Cuba fidelista de un virus capitalista que se fue colando por las fisuras o decadencia del socialismo. Ni tampoco nació por las reformas económicas que impuso al régimen la desaparición del comunismo. Ambas son explicaciones simplistas, contrarias a la realidad y la historia. Desde que la dirigencia revolucionaria llegó al poder en 1959, manejó los recursos del Estado cubano en forma patrimonial. Usó y se apropió de bienes públicos para beneficio personal. El mismo Fidel fomentaba tales vicios, cuando a los pocos meses de estar en el poder, “por razones de seguridad”, vivía en varias residencias, cuyos “fugitivos” dueños eran conocidos malversadores del erario público; mantenía estilos de vida que contrastaban con la espartana prédica revolucionaria y le regaló mansiones, yates y carros de lujo a sus protegidos y allegados, todos bienes supuestamente “recuperados” del batistato, antiguo régimen recién depuesto.
Ya en los primeros años de la Era Revolucionaria recibir un Rolex, resistente al agua, del Máximo Líder pasó a ser un símbolo de la “generosidad del gobernante” con sus “siempre fieles”. Dentro de la actual sociedad cubana la corrupción no es la excepción, sino la norma. La corrupción en Cuba se encuentra tan amplia como arraigada. Es un fenómeno estatal que desciende desde lo alto de la organización gubernamental hasta los más humildes estratos de la sociedad. Es un modelo paradigmático que se ejecuta por un simple impulso imitativo . La Cuba socialista es una sociedad delictual donde el delito opera en dos vertientes básicas. Por una parte, el delito es tenido por el
Estado cubano y utilizado por él como una forma de gobierno. Y por la otra, es asumido por la población como un medio de subsistencia . Por ello, la corrupción llega a todos los niveles, gubernamental y no gubernamental, estatal y no estatal; privado, mixto y público; burocrático y político. Afecta a leales, neutrales y opositores del sistema. Se encuentra en empresas grandes, pequeñas, medianas y micro, no importa que sean centralizadas o descentralizadas, formales o informales.
Para mí, el mayor delito y la mayor inmoralidad es practicar el colonialismo interno, es decir, en tiempo la materia prima se procesaba en la metrópolis y se revendía al productor; hoy el producto del productor llega al productor si desde fuera y con divisa le hacen la compra; de ese modo se enriquece el gobernante con el sudor del pueblo. Esta venta tiene lugar tanto en las llamadas shoppings como en Internet, en páginas como Regalos a Cuba. Si la razón de este ingreso de divisa fuera adquirir para el pueblo con ella, la argucia podría tener hasta su gracia. Pero ésto queda descartado visto el lamentable estado de los hospitales cubanos, de las calles , del mal uso que se da al cemento, al yeso, etc.
Es muy improbable que un turista caiga en un hospital cubano o se "pierda" por las cochambrosas calles de La Habana, sin agua corriente ni electricidad.
Los desvios de recursos sobre todo de comida han de consentirse no por piedad de relajar la rígida norma socialista, sino para justificar la propia corrupción y desvío de recursos al área dolar y fomentar la demanda al familiar extranjero de insumos y remesas cuyo pago supone una entrada directa de divisa a los generales empresarios. Mucha de la la investigación del ministerio anticorrupción se hace para controlar a los listos que le roben a Ramiro Valdés demasiada venta. Todos estos hijos de su madre deben de tener su gallinita echada en Suiza preparando su huída, si les da tiempo antes que Raúl apriete el botón nuclear cuando el agua del cambio les llegue al Palo Mayor.
Tomado en parte de un estudio sobre auditorias futuras en Cuba.
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