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miércoles, 21 de octubre de 2015

España en el New York times, justicia mierdera.



España se lleva muy mal con los EEUU, ya que los culpa de haber perdido a Cuba y a Filipinas así como de haberles negado la ayuda del Plan Marshall en una época que la necesitaban. Los izquierdistas olvidan que se la negaron al dictador Franco precisamente por ser dictador y  haber estado del lado de Hitler, y olvidan que los EEUU lucharon del lado republicano comunista.  Este dato cae en el vacío de la pre-rabia por perder sus últimas colonias, de moso que es olvidado. España imita a los EEUU y comparte más de lo que cree con ellos, pese a la inquina en contra, capaz, por ejemplo, de Francisco Franco haber regalado a Castro barcos y barcos camaroneros y éste haber decretado una semana de luto nacional a la muerte del dictador.
Igual que los EEUU, España adora creer que es admirable y sobre todo, admirada en el mundo entero. También ignora que no es así. Pero a diferencia de los yanquis, le importa mucho la opinión ajena. Por eso deseo ardientemente que algún diario estadounidense dedique un extenso artículo a las chapuzas judiciales de aquí, al nepotismo prevaricación y falta de empatía con las víctimas. Cierto que también en EEUU se practica eso de convertir a la víctima en victimario, sobre todo en casos con connotaciones raciales o que oscilen el trapecio de esa maldita plaga de lp políticamente correcto, que no es sino una autocensura infame más elegante y dañina que la censura por decreto ley. Pero en los EEUU se lucha eficazmente con la percepción de justicia. Hay cosas que no ocurren cosas – o no ocurren dos veces- como que una antropóloga forense socialista confunda -y lo afirme rotunda- huesos de niños con hustos de pequeños roedores. Tampoco se contamina la camiseta de una niña asesinada con el semen de un ciudadano usando una misma tijera para cortar las bolsas ni con el ADN del propio agente de laboratorio y mucho menos se manipula esa contaminación para eliminarla.  No se incinera el cadáver de una niña asesinada sin haberle tomado la temperatura corporal ni muestras de líquido conjuntivo ocular, ni un juez se niega a recibir del padre 600 horas de grabación de un infiltrado que puede arrojar luz sobre el paradero de su hija muerta hace seis años, ni en los EEUU esas grabaciones son inservibles por no haberlas autorizado un juez- o por haber caducado como los yogures. Aquí los delitos tienen fecha de caducidad , y si aparecen pruebas después de un tiempo son inutilizables así muestren al asesino matando grabado en HD y sonido Dolby. Este es un país de mierda donde los jueces sueltan a bandas de delincuentes peligrosos convictos y confesos, donde la eficacia de la policía- fruto de ser un país de chismosos observadores donde todo se sabe y rápido- queda embarrada por los celos profesionales entre los miembros de un equipo. Me basta escuchar a Serafín Castro y a Beatriz de Vicente para comprobar que la brillantez profesional queda opacada por su corporativismo y su egoísmo en tener razón frente a quien sea, contra toda eficacia judicial y empatía por las víctimas; aunque la expresen de palabra no sirve de nada porque es escandalosamente inerte, ineficaz y vomitiva.

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