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Me reservo el derecho de publicar noticias ficticias -debidamente señaladas NF- cuando la realidad me aburra, alternando con mis entradas de opinión.

jueves, 27 de mayo de 2010

La tierra más linda del mundo.






Fidel y Raúl, por Carlso A, Montaner

Fidel y Raúl tomado de Baracutey Cubano.


Por Carlos Alberto Montaner
Madrid
27 de Mayo de 2010

Comencemos por establecer ciertas premisas elementales:

Todas las sociedades evolucionan. Cada generación percibe la realidad de forma diferente e intenta modificarla de acuerdo con sus valores, intereses y con la información de que dispone.

Fidel y Raúl Castro forman parte de lo que se ha llamado la generación de 1953, así designada por conmemorarse ese año el centenario del nacimiento de José Martí.

La cosmovisión que entonces tenía Fidel, y que luego le impuso a la sociedad, era la de un joven radical antiimperialista y anticapitalista, convencido de que las dos causas fundamentales de los problemas económicos y políticos de Cuba derivaban de la explotación de los capitalistas y de los malvados designios de Estados Unidos.

A esa convicción le agregaba un profundo desprecio por el sistema republicano de gobierno, con sus múltiples partidos, poderes independientes que se equilibraban y libertades individuales que permitían que las personas tuvieran y manifestaran puntos de vista divergentes. Todo eso se le antojaba como corrupto, caótico y tendiente a la desorganización.

Ese diagnóstico rápido, en su caso, venía acompañado de una invencible confianza en su capacidad para reorganizar la sociedad de acuerdo con sus propias teorías sobre cómo debía estructurarse el aparato productivo para convertir a Cuba en un país próspero y disciplinado. Él sabía lo que había que producir y consumir, dónde, cómo y porqué. No conocía la duda. Era un joven ególatra lleno de certezas. Ni siquiera se percataba de que carecía de la menor experiencia laboral.

Carismático, con una fuerte personalidad capaz de ejercer un gran poder sobre sus subordinados, especialmente si no estaban intelectualmente bien dotados, y de seducir a las masas con su oratoria arrebatada, musolinesca, que ahora se nos antoja un tanto ridícula, logró convertirse en el líder indiscutible, temido y obedecido por una parte sustancial de la sociedad.

Finalmente, la URSS dotó a la Revolución de un cierto orden económico, una estructura administrativa y un modo imbatible de control social. Fidel, con esas herramientas, incorporó al país al mundillo comunista y construyó una jaula perfectamente hermética.

Como sabemos, en 1989 el Muro de Berlín fue derribado, en 1991 despareció la URSS y el marxismo-leninismo dejó de ser una referencia intelectual seria. Fue sólo una utopía que dejó cien millones de muertos durante el periodo en que se puso a prueba su viabilidad.

Fidel Castro, sin embargo, insistió en mantener a flote su dictadura personal sin apartarse demasiado de la organización que le dejó en pie la URSS y sin renunciar a las principales supersticiones marxistas. Confundía la terquedad con los principios e interpretó la desaparición del comunismo en Occidente como una traición de los comunistas de la URSS, encabezados por Gorbachov, a quien suponía parte o víctima de una conjura de la CIA.

Así las cosas, en 1990 comenzó a recoger los escombros del movimiento comunista en América Latina, junto a Lula da Silva fundó el Foro de Sao Paulo, llamó a cuanto aventurero compartía la visón de la Guerra Fría, incluidos los narcoterroristas de las FARC y del ELN, y preparó el primer perímetro defensivo para continuar su épica batalla contra Estados Unidos y Occidente y contra el odiado capitalismo, aunque en la nueva etapa tuviera que servirse de algunos inversionistas. Era una batalla absurda y condenada al fracaso, pero estaba dispuesto a librarla: cualquier cosa era mejor que aceptar que había vivido toda su vida en el error, precipitando a Cuba en una catástrofe sin sentido.

La suerte, sin embargo, le deparó cierto espacio para contemplar de nuevo la posibilidad del triunfo: en diciembre de 1998 fue elegido Hugo Chávez en Venezuela y poco después Lula da Silva, aunque muy condicionado por la realidad brasilera, se convertía en presidente de Brasil. El Socialismo del siglo XXI comenzaba a dar sus primeros pasos.

En diciembre de 2005, en un discurso pronunciado en Caracas por Felipe Pérez Roque, ya se formulaba la nueva visión del eje La Habana-Caracas: Chávez y Castro se echaban sobre sus hombros la tarea de triunfar donde había fracasado Moscú. Ellos eran el nuevo Moscú y el Socialismo del siglo XXI el nuevo evangelio con el que conquistarían primero América Latina y luego el resto del mundo.

Pocos meses después, en el verano del 2006, ocurrió algo previsible, pero impensable en las sociedades dirigidas por un endiosado caudillo: Fidel Castro enfermó gravemente y debió entregarle el poder a su hermano, el general Raúl Castro. El riesgo de morir era muy alto.

No obstante, Fidel, como sabemos, no murió, pero quedó gravemente enfermo e incapacitado para ejercer como Presidente. Conservó, sin embargo, la autoridad política total sobre el régimen, y la autoridad moral y psicológica sobre su hermano, lo que le ha permitido impedir cualquier desviación sustancial de las líneas maestra impuestas por él al país desde hace más de medio siglo.

Raul Castro: de Ministro de Defensa a Jefe de Estado

Durante toda su vida, Raúl Castro había vivido como un apéndice intelectual y físico de su hermano mayor. Desde la adolescencia, cuando sus padres se lo entregan a Fidel, Raúl se había acostumbrado a obedecerlo y a admirarlo. Fidel lo había arrastrado al ataque al Moncada, al desembarco del Granma, a la lucha guerrillera y a la cúpula dirigente. Él había vivido la vida que su hermano le había diseñado. Fidel lo había dotado de ideas y de impulsos.

A pesar de todo, eran dos personas muy diferentes. Raúl, aunque podía matar incluso con mayor frialdad que su hermano, era una persona más jovial y realista, nada carismática, con sentido de sus propias limitaciones y dispuesta a gobernar colegiadamente con el concurso de sus subordinados. Por eso, desde que asumió la presidencia del país dejó en claro que prepararía las cosas para que la sucesión se produjera dentro de las instituciones del sistema comunista: el Partido asumiría las funciones de control y ahí se transmitiría ordenadamente la autoridad tras su muerte.

Por supuesto, antes de llegar a ese punto, Raúl se propuso organizar y aumentar sustancialmente la producción para que la sociedad cubana comprobara que en la Cuba del poscastrismo, de la cual él era la primera muestra, era posible prosperar y superar las inmensas carencias que padecía el país.

Ésa era una de las principales diferencias entre los dos hermanos. Fidel negaba la terrible realidad material en que vivían los cubanos. Cuando Fidel se refería a Cuba sólo veía una sociedad de niños educados y con acceso a un extendido sistema de sanidad, y con un Estado solidario dedicado a la solidaridad universal con los necesitados de todo el planeta. Cuando Raúl se refería a Cuba, contemplaba millones de personas mal alimentadas, cobijadas en viviendas semidestruidas, con acceso muy precario a los servicios de agua, electricidad, comunicaciones y transporte. Raúl pensaba que el sistema sólo podía consolidarse tras la desaparición de la generación del 53, la que hizo la revolución, si esas miserias materiales eran eliminadas.

Él pensaba que podía llevar a cabo esa labor. No era, como Fidel, una persona desorganizada y caótica, sino alguien metódico, capaz de trabajar en equipo, que durante 47 años había sido un exitoso Ministro de Defensa, capaz de convertir a unos cuantos guerrilleros sin instrucción militar (él mismo incluido), en el noveno ejército del mundo, capaz de triunfar en Angola y Etiopía, como ocurrió a lo largo de la década de los setentas.

Incluso, tenía otra experiencia notable: tras la desaparición del subsidio soviético, Raúl había sido capaz de reducir las fuerzas armadas cubanas a un tercio de lo que fueron en su momento de mayor esplendor, cancelando casi totalmente a la Marina y a la Fuerza Aérea, que sólo conservó un par de escuadrones con capacidad de combate.

Lo que Raúl no entendía es que dirigir un ejército es mucho más fácil que dirigir exitosamente el tejido empresarial de una sociedad moderna. Un ejército es una organización vertical, basada en la obediencia ciega, cuya función es el ejercicio de la fuerza. Su eficiencia se mide por su capacidad para destruir, controlar o intimidar. Eso sólo depende de los medios de que disponga, de las reglas que lo organizan y del liderazgo de los jefes.

El tejido empresarial, por el contrario, está condicionado por la necesidad de rendir beneficios. Debe recibir unos insumos, producir bienes o servicios, satisfacer a los consumidores y generar beneficios para mantener el aparato productivo, crecer, invertir, innovar y continuar incesantemente el ciclo que exige el proceso de creación de riqueza. Por eso a un ejército le toma un minuto destruir un puente y a la sociedad le toma un año construirlo.

A partir del verano del 2006, Raúl Castro está descubriendo la inmensa diferencia que hay entre las dos tareas. Mientras las empresas necesitan tomar decisiones de manera autónoma basadas en su realidad, y en las que el impulso psicológico que moviliza a los trabajadores no es la obediencia ciega a los jefes sino sus propios intereses materiales, los ejércitos operan de manera absolutamente diferentes. Cuando Raúl Castro era Ministro de Defensa le daba una orden a un general y ésta solía cumplirse a rajatabla, hoy puede dar la orden de que se produzcan más gomas de autos, o más planchas de zinc, y al cabo de cierto tiempo podrá observar que la orden ha sido parcial o totalmente ignorada, o, incluso, advertirá que lo han engañado y las metas supuestamente cumplidas jamás se han alcanzado. Para mayor contrariedad, mientras en el ejército podía mandar a la cárcel o al paredón a quien le tomara el pelo, en el mundo empresarial sólo podrá separarlo de su cargo.

Che Guevara : cursillo en terrorismo. Inspirado de Baracutey Cubano.

En http://inep.org se lee lo que escribió el Che Guevara sobre el sabotaje y el terrorismo; observen como esas palabras podrían ¨justificar¨ como un boomerang algunas acciones y planes que se llevaron a cabo contra la cúpula Castrista décadas atrás.

Guevara, Ernesto. Guerra de Guerrillas (1960)

3. Táctica guerrillera

Muy importantes son los actos de sabotaje. Es preciso diferenciar claramente el sabotaje, medida revolucionaria de guerra, altamente eficaz y el terrorismo, medida bastante ineficaz, en general, indiscriminada en sus consecuencias, pues hace víctimas de sus efectos a gente inocente en muchos casos y que cuesta gran número de vidas valiosas para la revolución. El terrorismo debe considerarse como factor valioso cuando se utiliza para ajusticiar algún connotado dirigente de las fuerzas opresoras, caracterizado por su crueldad, por su eficiencia en la represión, por una serie de cualidades que hacen de su supresión algo útil; pero nunca es aconsejable la muerte de personas de poca calidad que traen como consecuencia un desborde de la represión con su secuela de muertes.

Hay un punto sumamente controvertido en la apreciación de terrorismo. Muchos consideran que al usarse y exacerbar la opresión policial, impide todo contacto más o menos legal o semiclandestino de las masas e imposibilita su unión para las acciones que serían necesarias en un momento determinado. Esto, en sí, es exacto, pero sucede también que en los momentos de guerra civil y en determinadas poblaciones, ya la represión del poder gobernante es tan grande que, de hecho, está suprimida toda clase de acción legal y es imposible una acción de masas que no sea apoyada por las armas. Por eso hay que tener mucho cuidado en la adopción de medidas de este tipo y analizar las consecuencias generales favorables que pueden traer para la revolución. De todas maneras, el sabotaje es siempre un arma eficacísima, bien manejada. No debe emplearse el sabotaje en inutilizar medios de producción que deje paralizado algún sector de la población, es decir, que deje gente sin trabajo, sin que influya esa paralización en la vida normal de una sociedad; es ridículo un sabotaje contra una fábrica de refrescos, pero es absolutamente correcto y recomendable un sabotaje contra una central eléctrica. En el primer caso se desplazan unos cuantos obreros y no se modifica el ritmo de la vida industrial; en el segundo caso también habrá un desplazamiento de obreros, pero perfectamente justificado por la paralización total de la vida de la región. Insistiremos en la técnica del sabotaje en otro momento.

6. Guerra suburbana

La importancia de una lucha suburbana ha sido muy desestimada, pero es extraordinaria. Un buen trabajo de este tipo, extendido sobre una amplia área, paraliza casi completamente la vida comercial e industrial de ese sector y coloca a la población entera en una situación de intranquilidad, de angustia, de ansias casi del desarrollo de sucesos violentos para salir de esa espera. Si desde el primer momento del inicio de la guerra se piensa en la posibilidad futura y se van organizando especialistas en este tipo de lucha, se garantizará una acción mucho más rápida y por tanto un ahorro de vidas y del precioso tiempo de la nación.

Asesinato en directo. Brazil

Asesinado en Brasil un comisario durante una entrevista en directo a una radio

Un comisario de policía fue asesinado hoy a tiros en el estado brasileño de Bahía en el momento en que, desde su vehículo y a través de un teléfono móvil, concedía una entrevista en directo a una radio de la ciudad de Camaçari, informaron fuentes oficiales.
      
La entrevista, que era transmitida en directo, fue interrumpida por el sonido de disparos y los gritos de la esposa del comisario pidiendo ayuda, por lo que los locutores advirtieron que algo grave había pasado, y apenas pudieron confirmar el homicidio unos minutos después.
      
La víctima fue el comisario Clayton Leao, jefe de la Décima Octava Comisaría de la Policía Civil en Camaçari, una de las mayores ciudades del estado de Bahía (nordeste de Brasil), y quien tenía a su cargo investigaciones sobre bandas de narcotraficantes.
      
Según fuentes oficiales, el comisario, que había detenido su vehículo en el costado de una calle para poder hablar por el teléfono móvil, fue tiroteado por dos hombres que se movilizaban en otro automóvil y que huyeron tras el crimen.

Rajoy , esa lumbrera, ante el corte de sueldos a los funcionarios: ZP ataca a los más indefensos.

Habría que taparle la boca, habría que disolver al PP completo, pues  todos en bloque han votado contra los recortes, a pesar de lo cual se aprobaron.
Qué clase de tarado no reconoce, en una crisis , la necesidad de recortes. Y se han quejado del congelamiento de pensiones, y del recorte del sueldo de los políticos.

Tal como ya circula la queja

Nos gustaría transmitirle a esta "Sra. Vicepresidenta" y a todos los políticos, lo que consideramos  indecente :
 
INDECENTE,  es que el salario mínimo de un trabajador sea de 624 €/mes y el de un diputado de 3.996, pudiendo llegar, con dietas y otras prebendas, a  6.500 €/mes.

INDECENTE, es que un profesor, un maestro, un catedrático de universidad o un  cirujano de la sanidad pública, ganen menos que el concejal de festejos  de un ayuntamiento de tercera.

INDECENTE, es que los políticos se  suban sus retribuciones en el porcentaje que les apetezca (siempre por  unanimidad, por supuesto, y al inicio de la  legislatura).

INDECENTE, es que un ciudadano tenga que  cotizar 35 años para percibir una jubilación y a los diputados les baste  sólo con siete, y que los miembros del gobierno, para cobrar la pensión  máxima, sólo necesiten jurar el cargo.

INDECENTE, es que los  diputados sean los únicos trabajadores (¿?) de este país  que están  exentos de tributar un tercio de su sueldo del IRPF.

INDECENTE, es colocar en la administración a miles de asesores = (léase amigotes  con sueldos que ya desearían los técnicos más cualificados.)

 
INDECENTE, es el  ingente dinero destinado a sostener a los partidos, aprobados por los  mismos políticos que viven de ellos.

INDECENTE, es que a un  político no se le exija superar una mínima prueba de capacidad para  ejercer su cargo. (ni cultural ni intelectual.)

INDECENTE, es el coste que representa para los  ciudadanos sus comidas, coches oficiales, chóferes, viajes (siempre en  gran clase) y tarjetas de crédito por doquier.


INDECENTE No es que no se congelen el sueldo sus señorias, sino que no se lo bajen.

INDECENTE, es que  sus señorías tengan seis meses de vacaciones al año.

INDECENTE, es que ministros,  secretarios de estado y altos cargos de la política, cuando cesan, son  los únicos ciudadanos de este país que pueden legalmente percibir dos  salarios del ERARIO PÚBLICO. 


SI ZAPATERO ES AUTISTA, EL PP Y TODOS SUS DIPUTADOS SON TARADOS.